Oficialmente hemos entrado en Otoño. Al parecer la climatología va a coincidir con ello y a los días, todavía de sol y calor, se les va uniendo momentos de grisura otoñal y tormentas lejanas, anunciadoras de lluvia. Haciendo un somero análisis de lo que ha sido el verano, además de días de calor sofocante y temperaturas altísimas, nos encontramos con un agosto especialmente relevante y suntuoso en lo que a gente y turistas se refiere, con aumento del personal visitante como no se veía desde hacía años.
Marbella este verano ha sido un hervidero de multitudes. Pasear por sus calles, especialmente por las callejuelas estrechas y afamadas que árabes lejanos nos legaron, resultaba un complejo problema espacial. El conocido dicho de “no cabía ni un alfiler” se transformaba en literal hasta el punto de llevarte una que otra punzada metálica en el vestido, si lo intentabas a hora punta
Los comerciantes han estado contentos y han dejado de llorar como plañideras por el vacío alarmante anterior. Desplegando sus sillas hasta el centro mismo de las calles, la invasión de terrenos peatonales por bares y restaurantes ha sido consentida y hasta bien vista por todos como comprensión a sus problemas laborales.
Todos contentos por lo tanto, excepto el espíritu de Pepito Grillo de esta escribidora taciturna que después de reflejar lo anterior se hace para sus adentros (y para sus afueras por lo que veo) una serie de preguntas incómodas que va a exponer en estas líneas de hoy:
Me gustaría que alguien con cierto fundamento me informara de cual es el interés primario de quienes nos visitan tan exhaustivamente. Porque hay toda una serie de factores para hacerlo: desde quien se deja llevar sencillamente por el afamado nombre de la ciudad hasta el que espera encontrara en ella poco menos que los placeres de El Dorado con todas sus consecuencias. Planear las vacaciones no es asunto baladí y existen los que las planean durante todo el año hasta dar con el lugar que les parece el adecuado y otros que se dejan llevar por informaciones y rumolorogía
A unos y otros quisiera preguntarles si han pensado en las playas que encontrarán al llegar y como serán las que verán al llegar a su destino. Y es que si hay algunos cuyo fin primordial sea el baño en el mar se están equivocando de lugar y puede que sus vacaciones resulten debido a ello frustrantes cuando ya no tengan remedio.
Marbella posee un buen número de kilómetros de litoral, pero, salvo pequeñas excepciones, pocas playas atractivas. La mayoría de ellas, especialmente las que están en los límites del pueblo mismo, están llenas de piedras no más pasar la orilla que inducen por doquier a torceduras incluso fracturas de tobillo. La falta de arena al entrar en el agua convierte el baño en una odisea que se traduce en un baño a dos o para ninguno.
La Fontanilla, El Fuerte, San Ramón o El Cable son ejemplos de este hecho que transforma el principal placer veraniego en una proeza molesta.
He llegado a pensar muchas veces, en un arranque irritable, que si la costa gaditana u ovetense no tuviesen el viento terrible que suele acompañarlas, nosotros, los del más al este, no seríamos lo que somos. Envidia cochina de unas playas paradisíacas, lo confieso sin pudor.
Comprendo que, de acuerdo a lo de arriba, haya quien me tache de agorera y mucho más, porque los defectos propios dicen que hay que ocultarlos en lo posible.
Creo que la Administración hace tiempo que ha debido tomar cartas en este asunto y exigir a Costas un presupuesto para la remodelación de nuestras playas.
La postura del avestruz es la más absurda que existe. Lo evidente no se puede negar.
Habrá por tanto que seguir viniendo a la ciudad por otros mejores motivos. Los hay y esa es nuestra esperanza.
Ana María Mata
Historiadora y Novelista
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