El sistema mercantil occidental con el Capitalismo como base establece unas fechas específicas para dejar exangües los bolsillos del personal. La Navidad con su prolongación hasta Reyes es la reina absoluta del consumo, llevado éste hasta sus últimas consecuencias.
Hay que comprar, comprar de todo y para todos. Con la misma glotonería con que nos llevamos un trozo de mazapán o turrón a la boca adquirimos el último juego de la play-station o artilugio semejante para que nuestros adorados pequeños no salgan de sus habitaciones donde la pantalla los absorberá hasta el momento de volver al cole.
Tal vez les falte ropa o calzado y hasta allá marcharemos con el monedero o tarjeta para conseguir el último modelo de jeans y el no menos importante de zapatillas deportivas.
La cuestión comestible es capítulo aparte y merece por sí sola más de un artículo. Los embutidos relucen en las bandejas con su rojo sangre correspondiente, a la vez que los mariscos nos miran con soberbia y altanería desde los mostradores del mercado. Hay que comerlos por obligación, aunque creamos que lo hacemos por espíritu tradicional navideño.
Recibimos la orden mental y nos apresuramos a acudir al centro comercial más ampuloso, cuyo gigantesco árbol de Navidad nos recuerda el exceso de provisiones. El de nuestra ciudad ha conseguido destrozar el comercio del casco antiguo, por una cuestión especialmente práctica: el aparcamiento. Diseñado con estrategia minuciosa, el centro posee un amplísimo espacio, para aparcar tanto al aire libre como en su interior sin que al consumidor le cueste un euro. Maravilla urbanística que se contrapone a la falta de espacio para coches en el núcleo urbano. Alguien debería tomar nota del asunto en una población como la nuestra donde el grueso de sus visitantes solo vienen al centro a visitar la Plaza de los Naranjos y sus aledaños.
Curiosidades en torno a las compras de estos días. Días de amor y paz, reza el villancico, conmutados tan elevados sentimientos en gruesos paquetes con profusos y coloreados lazos de seda brillante. “Te quiero, luego te regalo para que no dudes de mi amor…”.
Mientras estemos inmersos en este sistema logístico habrá que tener en cuenta que en diciembre, comienzo y plenitud de la Navidad, lo verdaderamente importante, por encima de todo lo demás, son las compras. Compulsivas o razonadas, lo decisivo es que el dinero circule. O, al menos, eso es lo que dicen los que dirigen este mundo de locos.
Ana María Mata
Historiadora y Novelista
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