Siempre he pensado que en el desarrollo personal cuenta más todo lo que suma que aquello que restamos. Las aportaciones de índole diversa que vamos acumulando son signos de riqueza mientras que lo que por alguna razón no queremos asumir, acaba convertido en pérdida. Ocasiones existen en las que, incluso el desdoblamiento puede enriquecer nuestra experiencia vital.
Desde que tengo – como antes se decía- uso de razón, he aceptado como natural que el gentilicio que a los de Marbella nos correspondía era el de “marbellero”. Que su fonética sea o no atractiva es un tema distinto. Personalmente pienso que su sonido al vocalizarlo no es demasiado agradable, tal vez un poco hosco, pero no deja de ser una apreciación sin importancia. Lo cierto es que cuando lo pronunciamos o nos lo adjetiva alguien, nos reconocemos en él como lo que en realidad es: el gentilicio que nos define como tal desde el nacimiento.
En los últimos tiempos, y con añadida controversia, ha ido apareciendo lo que podemos llamar un nuevo gentilicio en boca y pluma especialmente de escritores y periodistas. Se trata de “marbellíes”, adjetivo cuyo origen he intentado explicar más de una vez, ya que fue objeto de análisis entre los tristemente desaparecidos Fernando Alcalá, Francisco Cantos (ambos escritores de tronío), y quien escribe.
El historiador Guillen Robles, autor entre otros muchos libros de una espléndida Historia de la Málaga Musulmana, afirma en ese libro, que el término “marbellí” era el aplicado por los árabes a los oriundos de Marbella. Conocedor de ello, el periodista Víctor de la Serna en los tiempos en que veraneaba en la ciudad y desde aquí mandaba crónicas al periódico ABC, dio en llamarnos en dichas crónicas con ese apelativo, que según él le parecía más sonoro y bonito que el anterior.
Hasta aquí una simple anécdota que quedaría solo como tal de no ser por las discusiones que provoca a una parte destacada de mis paisanos. Como he sido testigo de algunas, creo que se ha tergiversado la decisión de Victor de la Serna, transformándola en un asunto de identidad. Afirman algunos que los nacidos aquí, utilizamos el consabido “marbellero” para sentar diferencias con los llegados de fuera, a quienes denominamos con un ápice de superioridad por nuestra parte,“marbellíes”.
Nunca imaginé tal grado de susceptibilidad en algo tan simple como el nombre que debe darse a los habitantes de Marbella. Lo he escrito bien, no se confundan: habitantes de Marbella, residentes con permanencia incluida, sea cual sea el lugar donde la madre los parió, y valga la expresión como broma y no en sentido peyorativo. De una vez por toda debemos olvidar el rancio matiz que lleva acompañado el presumir de genealogía marbellera o marbellí. Presumir de algo en lo que no hemos intervenido ni tiene más mérito que el azar, me parece de una pobreza mental de gran calibre. Otra cosa puede ser expresar la suerte que hemos tenido de ver la luz primera en esta ciudad y no en una de Noruega o Islandia, con mi excusa para ambos lugares. La calificación sería en todo caso para Marbella por ser como es, y me refiero en especial a los dones que la naturaleza le concedió y en los que para nada contaron con nosotros. Tampoco creo que debamos caer en el tópico chauvinista de creernos superiores, más bien en el hecho inteligente de sopesar todo lo que nos falta para ser la ciudad que deseamos y deberíamos ser.
Sobre la identidad, tampoco creo necesario caer en llanto y crujir de dientes por lo perdido. ¿A qué llamamos realmente identidad? Imagino que al conjunto de factores geográficos, espirituales y de costumbres que un grupo humano posee y lo hace distinto de otro. Solemos llamarlo Cultura para abreviarlos. Créanme si les digo que la identidad de Marbella no solo no ha sufrido pérdidas, sino que ha ido ganando en el gran proceso de cambio que hemos experimentado. A nuestros ritos, costumbres, folklore, lenguaje y hábitos, hemos sumado muchos de los pertenecientes a quienes un día decidieron cambiar sus lugares y acompañarnos día tras día. Hasta en moral hemos salido ganando, y la historia social se encarga de su estudio.
Seamos realistas además de generosos. Marbella somos todos los que la amamos y vivimos en ella. Ahora tenemos dos gentilicios en lugar de solo uno. ¿Tiene algo eso de negativo? ¿Alguien quiere discutir por volver a las cavernas…?.
Ana María Mata
Historiadora y Novelista
Publicaciones anteriores de Ana María Mata
El primer artículo que escribí lo hice en el diario SUR el 13 de septiembre de 1980. Una semana antes la revista “Interviu·” publicó unas fotos de gran tamaño bajo el título “Los que inventaron Marbella”. La impotencia, unida a la indignación me hicieron tomar…
De vez en cuando resulta conveniente abandonar el útero materno, la zona territorial donde se vive el día a día para ir en busca de lugares nuevos donde la experiencia sea distinta y la perspectiva más activa y sin condicionantes. Viajamos la familia en julio…
La base de la existencia está en el conocimiento. El ser humano va adaptando su vida a cuanto el cerebro le muestra y le da a conocer mediante un complejo sistema de neuronas, dendritas y sinapsis. A través de ello el mundo aparece como algo…
Si en el siglo XVIII hubiese habido prensa del corazón, este anecdotario de hoy hubiese arrasado en ventas. También puede darnos a entender que el feminismo no es un producto del siglo XIX, simplemente una lucha de cada mujer por tratar de conseguir que no…
Tiempo de vacaciones y salidas. Tengo escrito que una de las cosas buenas de viajar es que nos obliga a salirnos por un tiempo de nosotros mismos y el mal criado ego que nos gobierna. Sigo pensándolo, aunque ahora deba añadir un factor nuevo, quizá…
El legendario tango de Gardel y La Pera me sirve hoy de cabecera con la única modificación de los veinte por esos cuarenta a los que intentaré dar sentido en las líneas siguientes. Conste que no desconozco la idea que del tiempo poseen la mayoría…
No solo Proust, todos tenemos una magdalena especial cuyo olor y sabor nos conduce, en movimiento retroactivo de las neuronas, a un instante del pasado que nos conmovió en lo más hondo y nos hizo llegar incluso a las lágrimas. Somos al fin y al…
En aquellos tebeos de PULGARCITO, placer de nuestra infancia y adolescencia, el genial dibujante M. Vázquez creó un personaje especial, dentro de la viñeta conocida como “La familia Cebolleta”: el abuelo. Con larga barba, bufanda, bastón y pie escayolado, el abuelo Cebolleta intentaba una y…
Si en el siglo XVIII hubiese habido prensa del corazón, este anecdotario de hoy hubiese arrasado en ventas. También puede darnos a entender que el feminismo no es un producto del siglo XIX, simplemente una lucha de cada mujer por tratar de conseguir que no…
Tiempo de vacaciones y salidas. Tengo escrito que una de las cosas buenas de viajar es que nos obliga a salirnos por un tiempo de nosotros mismos y el mal criado ego que nos gobierna. Sigo pensándolo, aunque ahora deba añadir un factor nuevo, quizá…