Ana Maria Mata -Vox Populi- Echando la vista atrás
Ana María Mata
Echando la vista atrás
En esta etapa, inesperada y durísima que estamos viviendo, el miedo se instala en nuestras vidas y aprisiona nuestras neuronas en un estado de ansiedad constante que hace de la cotidianidad un prolongado esfuerzo. La mente rechaza tal estado pero ante su insistencia forzosa se ve obligada a permitirle entrar en ella.
Ante este caos, y hace unos días, mis neuronas se rebelaron, valientes, y me impulsarona echar la vista atrás y proyectar en el presente un tiempo pasado que irresistiblementeme atrapa en su nostalgia. Aparece entonces, con toda la fuerza de su querencia imágenes vívidas que el calendario no ha podido borrar.
Permítanme pues que traiga a estas líneas lo que en mi mente añorante aparece como las “Verbenas del Casino,” unos días especiales que marcaron a jóvenes de los años cincuenta y sesenta forjando amistades, noviazgos y todo tipo de ensamblajes.
Se hacían en Agosto, cuando Marbella hervía ya de forasteros llegados del interior a los que llamábamos veraneantes. Gente variopinta que había hecho de la ciudad su epicentro veraniego y repetían año tras año, transformándose en colonia familiar.
El Casino celebraba entonces una verbena de disfraces, con premios a los tres mejores.La juventud aceleraba su imaginación y la falta de medios se contrarrestaba con ideas y modelos caseros en los que se implicaban sin descanso.
Anoto que por edad no pude nunca asistir en directo al entresijo de las verbenas; que muy a mi pesar tenía que conformarme con fisgonear entre las cañas que a manera de muralla colocaban cada año alrededor para que los no asistentes no nos enteráremos “insitu” de que una pareja de novios casi formales hacía aguas porque los ojos achinados de una insinuante morena con su disfraz de geisha se le habían hecho cómplices al son de “Aquel cerezo rosa”, o de los proyectos escondidos muy dentro del alma de una mar bellerita que, mientras oía una y otra vez las letras de León, Quintero y Quiroga se veía en un futuro paseando del brazo de su ya doctor-marido en aquel momento solo feliz e inocente veraneante disfrazado de Cantinflas.
Lo cierto es que de aquellas verbenas del casino salían casa año amores auténticos, genuínos de entonces, con preparativos de ajuar, búsqueda de piso, y petición de entrada a la casa al papá de la afortunada jovencita, que bajo sus flores de hawaiana o la diadema de Blancanieves, tuvo muy en cuenta su oportunidad especial de la verbena del casino.
Cada año, reglamentariamente volvían las cañas a ocultar el casino, haciendo misteriosas unas noches de verano; nuevas caras se añadían a las anteriores, siempre jugando a la complicidad de un guiño mientras Jorge Sepúlveda y Antonio Machín se veían amenazados por un recién llegado morenito llamado Nat King Cole.
También había rupturas, desengaños y desilusiones que se lloraban más tarde a la orilla del mar entre el vaso de vino y la moraga. Traen también la añoranza de aquellas noches calurosas el agridulce recuerdo de unos primeros e incómodos zapatos de tacón sobre los cuales unos artilugios llamados, creo recordar can-canes, impuestos por la moda del nylon, abrían en abanico las faldas de cualquier jovencita en edad de merecer.
Tiempos inolvidables en los cuales, mientras todo esto sucedía, la ciudad de Marbella sonreía pacíficamente cada noche sin saber todavía que poco tiempo después de aquellas inocentes verbenas del casino, comenzaría para ella una muy diferente, casi esperpéntica en su diversidad, algarabía.
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