Para la niña que fui la palabra arriba expuesta tenía un sentido mágico que, no sé por qué me parece que no lo tiene tanto para los niños de hoy. El juguete es un objeto concebido para estimular la imaginación de quienes lo reciben, proporcionarles placer y ayudarles a que su infancia sea divertida y alegre. Posee un componente de fantasía bastante alto aunque algunos sean de los llamados educativos, y otros, no muy afortunados, de los bélicos.
El niño necesita cosas que le aparten durante largo tiempo del mundo concreto y real en el que habitan, para ellos excesivamente ramplón y lleno de advertencias de peligros. Hasta hace poco los juguetes eran esas cosas con las que ellos se identificaban, quizás porque sabían que les pertenecían y estaban creados para su deleite.
El caballo de cartón o madera, los soldaditos de plomo, el tren con sus raíles incluidos, la muñeca de plexiglás o el coche de bomberos, fueron en su momento insustituibles…Abrir los ojos y encontrarlos al pie de la cama como un regalo que sus Majestades los Reyes Magos hacían después del largo viaje desde Oriente, era una sensación indescriptible que por muchos años pasados no podemos olvidar.
Pero estamos en el siglo XXI, y el asunto parece haber cambiado. No por culpa de sus majestades, viejos pero en activo, sino por los receptores, que aún siendo también niños como dijo el poeta… ”Ya no son los de entonces”. Imaginan ustedes lo que sucedería en el amanecer del seis de enero si a alguno de los niños que conocen les trajesen un caballo aunque fuese de metal cromado, una muñeca simple de plexiglás que no hiciese nada, un tren, por muy brillantes que fuesen los raíles o un simple coche de bomberos?
¿Imaginan que no recibiesen la Nintendo deseada, el móvil de última generación, el Wi (si es que se escribe así) o la tableta digital, incluso el ordenador último modelo?
Estoy viendo el desastre de llantos y protestas, cabreo y decepción de nuestros queridos infantes en día tan señalado. Pero no ocurrirá porque los mensajeros y ayudantes de Papa Noel o los Reyes saben muy bien contra lo que es imposible luchar y lo acatan con precisión exacta.
Navidades y Reyes al estilo digital. Así se podrían anunciar estas fiestas en las que lo electrónico supera, si me apuran, al jamón serrano y al cordero lechal. Todo debe venir a través de unas ondas secretas que gobiernan el mundo de hoy. Que conocen hasta los niños de pecho y desconocemos los que nacimos en el siglo anterior y somos incapaces de hacer algo más que una llamadita en el móvil que a duras penas hemos conseguido aprender.
En una encuesta realizada en un colegio de educación infantil, al preguntar a un total de cuarenta niños de cinco años que regalos habían pedido para Navidad o Reyes, el análisis fue concluyente: 1º, no en Navidad O Reyes, sino en Navidad Y Reyes, es decir en las dos ocasiones. En la primera, todos dijeron una tableta electrónica y en la segunda, algunos se decantaron por la Nintendo y otros por el móvil último modelo que acaba de salir a la venta.
Definitivo, como verán. Internet y sus variantes es el rey absoluto de la santa infancia y me pregunto quienes podrán ser los que recibirán algún juguete que se precie de llamarse todavía así y responda al que conocíamos como tal, exceptuando a bebés de dos años, porque los de tres, les aseguro que ya quieren una Wi.
Enorme cambiazo de aquellas fiestas de zambomba y pandereta, de muñecas y coches, mantecados y roscos caseros al horno. Giro extraordinario de un mundo que nos tiene a todos controlados mediante un sin fin de aparatejos extraños que constituyen un espacio virtual, pero dentro del nuestro.
¡Dios nos coja confesados!, me dijo un amigo días pasados… Al menos debe cogernos, con o sin confesión , pero con el móvil encendido y cobertura.
Ana María Mata