Tiene algo mágico, a menudo indefinible. Una atmósfera de eternidad se respira en su interior, como si el tiempo, incluso la vida, estuvieran retenidos en un rincón, un apartado cualquiera de sus estantes.
Algunas, como la de Alejandría, albergan la historia completa de la humanidad, desde el instante del primer gruñido hasta las últimas huellas del ser humano. Todo cabe dentro de esa cosa misteriosa que es el libro, recipiente de infinitas sensaciones, anímicas y corporales, introducidas en su interior a fuer de letras y signos que las identifiquen.
En el libro está todo lo que hemos sido o hemos podido ser, aunque el libro permanezca inerte y silencioso sumido en su rincón de la biblioteca. Es un sabio en letargo, anestesiado a veces por el polvo, incluso la polilla, pero invencible porque él sabe que solo lo escrito permanece.
Una biblioteca es un lugar sagrado porque contiene todos los enigmas de la existencia. Lo que ella alberga proviene indirectamente de la divinidad. Un pueblo al que le falta una biblioteca está huérfano de alma, de espíritu. Con ella puede alcanzar cotas altas de conocimiento.
Nuestra ciudad ha fluctuado desde antaño con la posesión de una buena biblioteca. Nos hemos movido a la deriva en pequeños recintos, inadecuados la mayoría de ellos. Ahora parece que eso está resuelto, o al menos ese es el comentario de la vox populi.
Hay una biblioteca en un lugar apropiado pero desconocemos cuando y como va a iniciar su andadura. Nada se sabe de la problemática administrativa que impide su inauguración y puesta en marcha.
Nos intrigan las causas de su inoperancia. La orfandad de los libros y de los conocimientos es un estado triste y melancólico que nos impregna a todos los que amamos la cultura. Esos fallos no debería permitírselo Marbella, la ciudad que se declara cosmopolita y universal. El silencio actual del Consistorio es como una prueba de desafección por el tema.
No hay que dejar en barbecho los actos referentes a la cultura.
Adolecemos de una falta de continuidad en hechos culturales que nos convierten en el transcurso de un año en una ciudad solo susceptible al ocio y la restauración. La opinión del residente y del visitante es negativa en este sentido, aunque su voz no llegue hasta los que dirigen su vida cotidiana.
Pedimos con insistencia que la biblioteca, si de verdad es ya un hecho, salga a la luz y comience a cumplir sus funciones, siempre muy necesarias.
Ana María Mata
Historiadora y Novelista
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