El soplo de esperanza que supuso la aparición en tiempo record de varias vacunas de eficacia probada contra el corona-virus se va desinflando cada día. El objetivo fijado tanto por la Unión Europea como por el Gobierno español de tener vacunado para el verano el 70% de la población está en peligro por el anuncio de Pfizer y de Astra Seneca de reducir la entrega de dosis de la vacuna por problemas de producción, asunto este que detendrá el proceso de inmunización justo en el momento en que han aparecido nuevas cepas del virus con la amenaza por tanto de volver a colapsar los hospitales.
A todo ello se une la desastrosa actuación del gobierno, que nos dejó con Pedro Sánchez desaparecido y el ministro de sanidad Salvador Illa centrado en las elecciones catalanas hasta el momento en el que dejó la cartera para cederla a la nueva ministra Carolina Darias. Se ha generado con ello unos alarmantes días de desgobierno que han provocado enfrentamientos con las Comunidades Autónomas, que pedían nuevas medidas de prevención para reducir los ingresos hospitalarios, petición que les ha sido denegada.
Se une a ello el abuso desvergonzado que algunos políticos y militares están haciendo de su posición para privilegiar a los allegados y vacunarse ellos antes que los ciudadanos a los que corresponde. El oscurantismo del Gobierno podría estar encubriendo un trato de favor de algunas comunidades sobre otras en relación con la filiación política de las mismas.
El asunto de la vacunación se complica cada vez más teniendo en cuenta que la mayor parte de los centros de vacunación han agotado sus previsiones y se encuentran de brazos cruzados ante el paciente.
Europa exige a los laboratorios las cantidades consignadas en los contratos, y critica fuertemente el hecho de que se vayan a enviar vacunas a otros países, como Israel y los Emiratos Árabes, cuya retribución a la hora del pago es de mayor cuantía.
Ante la impronta negativa que el excesivo horror del virus ha producido entre los ciudadanos, nos encontramos cada vez más con nuevos factores de desestabilización que están llegando a crear un caos emocional de alta categoría.
Es cierto que no estábamos preparados para un cataclismo como el que se nos ha venido encima con el desarrollo de la pandemia. Toda la humanidad ha sufrido el impacto y hará falta mucho tiempo para apaciguar los ánimos y lograr que volvamos a ser algo parecido a quienes éramos.
En relación con ello, no vendría mal que en lugar de surgir una repetición del homo/hominis anterior, naciese una especie humana distinta y mejorada, cuyos valores se diferenciaran de los añejos que nos ataban a un materialismo servil y a un mercantilismo capitalista exacerbado.
Sin caer en el concepto semi-religioso de un fanatismo que proclame al virus como un castigo divino, si lo podríamos entender como una prueba de la Naturaleza, con el objetivo de hacernos caer de nuestro pedestal de especie superior. Lo cierto es que somos más vulnerables de lo que creíamos y la aceptación de nuestra fragilidad será lo único positivo dentro de un drama como el que nos ha tocado vivir.
Ana María Mata
Historiadora y Novelista
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