Son varias y distintas, cada una con su personalidad, nivel y necesidades. Están dispersas a lo largo del término municipal y tienen sentimiento de grupo o intereses comunes. La ciudad no existe como tal, tiene muchos puntos de vista, no es un conjunto uniforme de pretensiones unívocas ni siquiera de homogeneidad en cuanto a su calidad de vida. La visión tradicional de las ciudades con un centro económico y una periferia suburbial o barrios de extrarradio aquí no existe.
El municipio tiene varios centros urbanos con sus correspondientes centros administrativos: Marbella-Casco Antiguo, San Pedro Alcántara-El Ingenio, Las Chapas y Nueva Andalucía-La Campana e incluso la desaparecida tenencia de Puerto Banús. Son lugares con su singularidad conformada tras años de sociabilidad, con sus propias tradiciones, celebraciones religiosas y de ocio. Tienen barrios propios con sus verbenas, equipos deportivos con su afición y cofrades con su devoción. No tienen fronteras pero los forasteros las sentimos cuando los visitamos, no son distintos a nosotros aunque hay identidad de barrio, de familias y clanes.
Hay rivalidades, rencillas y agravios comparativos, unos se sienten maltratados, los otros también y los demás más aún. Las Marbellas es, a pequeña escala, un municipio de autonomías que siempre se consideran perjudicadas porque el gobierno central no le da todo lo que demandan por lo que se fomenta el sentimiento de nación-municipio en una suerte de delirio que riza el rizo hasta extremos insospechados como sucede con los nacionalismos.
Marbella es una ciudad de ciudades, hay dispersión, es incoherente con distintos paisajes incomunicados porque la mayoría de la población no sale más allá de su vida cotidiana. Un marbellense (o marbellero o marbellí que hasta en esto hay diferencias) desconoce lo que sucede en San Pedro y no digamos ya de Las Chapas o Nueva Andalucía-La Campana. Son territorios ignotos para la mayoría de la población que los considera ajenos.
Vista desde diferentes perspectivas las Marbellas muestran sus desigualdades, así la económica está dividida en sectores con diferencias de máximos: los más pobres frente a los más ricos; personas durmiendo en las calles –que forman parte del paisaje urbano- frente a otras que viven en las mansiones más caras de España. En ocasiones conviven cerca, como sucede con las viviendas sociales del Ángel situadas junto a exclusivos campos de golf con no menos excepcionales villas de lujo. Los suburbios no están aislados, comparten espacio con barrios residenciales de una clase media forjada desde los años 60 al albur de la atracción de la mano de obra turística. Ese inmenso sector servicio que con los años se ha consolidado con estabilidad económica, social y familiar y que ya no es exclusivo de los españoles pues diferentes nacionalidades han creado sus propias redes de servicio.
Un paisaje multicultural que suele integrarse en cualquiera de los núcleos si bien pueden llegar a formar agrupaciones aisladas: los más ricos en urbanizaciones cerradas, los que tienen menor poder adquisitivo en los barrios de extrarradio, siempre tendiendo a estar cerca de donde se produce el movimiento económico que interesa según el mercado de su propia nacionalidad.
Este barullo urbanístico y social tiene su origen en la colonia agrícola de San Pedro convertida con el tiempo en una pequeña ciudad y en los dos Centros turísticos de Interés Internacional, la Andalucía la Nueva de Banús y la Elviria de Salvador Guerrero. Estos tres hitos impidieron, cuando comenzaron a realizarse los planeamientos urbanos, que Marbella fuese tratada como una unidad lo que ha traído un crecimiento disímil en espacios y tiempos, con divergencias que se mantienen en la actualidad.
Marbella es como un monstruo de muchas cabezas, una hidra en la que cada cabeza tiene su propia idiosincrasia, a la vez que es una aberración administrativa que ha multiplicado sus exigencias. Frente al crecimiento de las ciudades tradicionales donde los servicios se concentran en los centros urbanos aquí los tenemos repetidos y diseminados. De este modo, si un municipio normal tiene una sola administración y si es muy grande crea una red de distritos, las Marbellas obligan a hacer un esfuerzo material y humano ingente, difícil de sostener en cualquier plantilla municipal. Quizá haya llegado el momento de reflexionar sobre este modelo administrativo que encarece el presupuesto y obliga a un esfuerzo que resta inversiones en equipamientos pero que sobre todo crea agravios comparativos y malestar ciudadano dependiendo de la Marbella que haya sido damnificada.
En los 114 kilómetros cuadrados de término municipal existen zonas incógnitas a las que se pueden hacer expediciones de reconocimiento como el que va de viaje a una selva remota, urbanizaciones perdidas como las tribus que encontró Livingstone en su viaje a África. Largas e interminables calles impersonales, de conjuntos residenciales anónimos muy ajenos al devenir cotidiano, que lo único que comparten con el resto de ciudadanos es el pago de sus impuestos.
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