Esta es otra historia distinta a la que conoces de Vigil de Quiñones y su heroica acción en Baler. Es la memoria de los otros que también estuvieron en la Guerra de Filipinas y nadie ha recordado hasta ahora. Para mí también fueron héroes porque cualquier soldado en cualquier acción militar en cualquier país lejano lo es. Algunos de nuestros vecinos marbellenses murieron, otros fueron hechos prisioneros y los más volvieron en muy malas condiciones, – las enfermedades se cebaron con ellos-,y todos solicitaron que les pagasen sus alcances que en algunos casos tardaron años en cobrar.
Nos empeñamos en buscar mitos y el de Rogelio Arturo Enrique de la Santísima Trinidad Vigil de Quiñones Alfaro, nacido en Marbella el 1 de enero de 1862 y bautizado ocho días después en la Encarnación, es uno de los nuestros. Quizá nadie tenga en la ciudad más reconocimientos ya que su nombre lo tiene una plaza en el barrio del Monte de Piedad. El pinar de Valdeolletas lleva sus apellidos donde se construyó una ermita que se dice parecida a la de Baler y se plantó un busto, creo que de bronce, que se colocó en la entrada del parque. También una placa recuerda la casa donde nació.
Mientras tanto en Granada algunos reivindican su figura para ellos y se quejan que “ha pasado por la historia local sin pena ni gloria, sin reconocimiento. Otro ilustre más para la galería local de olvidados. Sólo porque nació en Marbella de casualidad. Jugó de niño por las calles del Realejo, estudió en el Instituto de Granada y se licenció en la Facultad de Medicina de la UGR. Antes de irse a Filipinas estuvo ejerciendo de médico rural en el Valle de Lecrín, durante once años”. (El Independiente de Granada, 27 de octubre de 2019). No voy a entrar en polémicas porque hoy no toca y menos en cuestiones de reivindicaciones localistas, que cada uno saque sus conclusiones.
He contabilizado una veintena de militares vecinos de Marbella y San Pedro Alcántara entresacados de las cartas que redactaba el ayuntamiento reclamando sus haberes, pidiendo documentación, certificados para casarse o para solucionar otros problemas. No es una lista completa y es muy difícil saber las circunstancias de cada uno ya que eran jóvenes anónimos, la mayoría de familias modestas que pasaron sin pena ni gloria por esta vida aunque estuvieran en Filipinas.
Allí fallecieron entre otros Juan Muñoz Díaz de San Pedro Alcántara que vivía en calle Pizarro 21. Sus padres Juan Muñoz Sánchez, jornalero, y María Díaz Rojas eran de Istán. José Donoso Vázquez murió en Manila, pertenecía a la segunda compañía del batallón de cazadores nº 12 como contaba su padre Antonio Donoso Muñoz. A los Cazadores expedicionarios a Filipinas nº6 estaba adscrito Francisco Martín Chacón como afirmaba su madre Ana Chacón Marín. También pereció en Manila Juan Sánchez Machuca. Su padre Juan Sánchez Reyes reclamaba su liquidación. José Foche Palacios solicitaba información por medio de certificado sobre la triste noticia de la muerte de su hijo Juan Foche Ruiz. Vivían en la viña de Porral, José era colono natural de Algarrobo, su Madre María Ruiz Blanco era de Mijas. Llevaban 24 años residiendo en Marbella, eran cinco hermanos y Cristóbal también estaba en el ejército. José Rodríguez Ramos pedía que se le pagara lo que dejó su hermano Francisco a su fallecimiento.
De uno de ellos tenemos constancia que fue prisionero de guerra aunque de los que volvieron seguro que hubo más porque las cifras que se manejan son de varios miles. Francisco Lozano Rodríguez vivía en la Huerta de Reina junto a los Montoros. Sus padres eran naturales de Marbella. Francisco Lozano Guillén, colono y su madre Magdalena Rodríguez Muñoz que había tenido cuatro hijos. Antonio García Villalba de San Pedro Alcántara reclamaba que había pertenecido a los Cazadores Expedicionarios a Filipinas nº 12 pero no lo podía demostrar porque la documentación cayó en poder del enemigo tagalo.
Algunos regresaron con graduación como el cabo Francisco Santillana Carnero que vivía en calle Gloria 7. Su padre Antonio Santillana Reina era barbero y su madre fue Concepción Carnero Galindo. El sargento Enrique Duarte Lima primero estuvo destinado al Batallón de Cazadores de Cuba y en 1895 fue enviado a Filipinas. Mejor carrera y por tanto con más noticias fue la de Francisco Ramos Galbeño. Era 2º teniente y se pasó once años en Filipinas. En 1911 fue ascendido a primer teniente y estaba destinado en Los Barrios. En 1922 aparece como capitán en la reserva. Residía su familia en la calle Aduar 21. Su padre Joaquín Ramos Lima era marinero. Su madre se llamaba Carmen Galbeño Martín y su hermano Rafael también servía en el ejército.
Un caso singular es el del primer teniente de voluntarios movilizados de Filipinas don José Marcelo Pulido que según cuenta don Fernando Alcalá Marín marchó junto a su hermano Juan a la isla de Illoílo en 1880 donde se establecieron. José quiso ser distinguido y que se le pagara por sus servicios y presentó una solicitud a la Reina que fue desestimada.
Como curiosidad destacar la coincidencia de cuatro vecinos soldados de la calle Soledad 6 y 7 con diferentes carreras. Diego Lagos López, que desembarcó del vapor Isla de Luzón en el Puerto de Barcelona, fue destinado a la 1ª brigada de tropas de administración militar como cabo. En 1894 su hermano Manuel, según el padrón de vecinos, estaba en Filipinas pero desconocemos su destino que probablemente fue la muerte pues no he encontrado ninguna mención posterior. Esta familia de los Lagos estaba mantenida, con muchas dificultades, por la viuda Carmen López Marmolejo que tenía que alimentar a 6 hijos. Su vecino el artillero Salvador Campoy Duarte también vivía con su madre viuda Josefa Duarte Gómez. Eran cinco hermanos y Miguel estaba sirviendo en la Armada. Salvador tuvo muchos problemas con el cobro de lo que le debían y en 1920 aún se encontraba como acreedor por su pertenencia al regimiento de artillería de Filipinas.
Con el paso de los años dejaron de enviarse cartas, instancias y solicitudes, es lo que tienen las derrotas. Como sucedió también con los destinados a la guerra de Cuba, nadie los quiso recordar. Gustan las victorias y los héroes, los mitos y los dioses, los nombres y los cargos. Fabricamos relatos y ficciones acomodados al sentimiento patrio mientras obviamos otras realidades, acaso la auténtica realidad.
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