Vivimos en medio de innumerables fenómenos de diversa índole que se solapan y producen nuevos eventos de modo inusualmente rápido: sociales, económicos, tecnológicos, etc. Saber reconocer determinadas derivas y correlaciones entre los mismos puede llegar a suponer una ventaja competitiva. O por decirlo en términos más realistas, hagámosle caso a Mike Tyson, adalid del intelecto pugilístico, que nos avisa de que “todo el mundo tiene un plan, hasta que te parten la cara”.
Veamos algunos ejemplos.
“Los jóvenes en EEUU creen que Beethoven es un perro y Miguel Ángel, un virus informático”. Este es un titular real aparecido en un periódico español en agosto de 2010. Es cierto que han pasado ya unos años, pero hace unos días ha vuelto a circular en forma de meme referido esta vez a alumnos españoles. Se ve que todo lo bueno acaba llegando, aunque tarde, a nuestras costas.
Pero no se preocupe, el Gobierno ya le está poniendo remedio. En efecto, está previsto –entre otras soluciones- que para el curso 21-22 los alumnos españoles puedan obtener el título de Bachillerato con una asignatura suspensa. Sí, obtendrán un certificado que dirá que han superado esa etapa educativa…sin haberla superado. Esto en filosofía se llama contradictio in terminis, una especie de oxímoron educacional, obra de los creadores del acceso a altos cargos de la Administración Pública donde se ha eliminado el requisito de ser funcionario de carrera.
Y así nos va. Año a año, la educación española sigue batiendo récords -por la parte de abajo- en toda clasificación que se publica. Se trata ya de un hecho cierto, pero medidas como esta van a acentuar reacciones del mundo laboral -que ya es global- del tipo de lo que pasaba hasta ahora sólo en nuestro país. Era común, al leer determinadas ofertas de trabajo, encontrarse con cláusulas finales del tipo: “abstenerse licenciados por la Universidad de…”, mentando entonces el lugar del que era sabido que su nivel formativo dejaba mucho que desear, en contraste con el resto de sus comparables.
Si nuestro acerbo educativo sigue diluyéndose en pro de falacias pseudoprogresistas como la homogeneización por abajo, la cultura del no-trauma por esfuerzo, o la igualdad de mediocridades, raro será que volvamos a ver noticias de españoles destacando en el mundo por cuestiones académicas, de investigación, innovación, etc. Porque raro será el español que sea requerido o aceptado por grandes instituciones internacionales en estos ámbitos. Piense por un momento en las diferencias formativas de base que puede haber, tras la aplicación de medidas como la comentada, entre un bachiller surcoreano, sueco o japonés, por poner 3 ejemplos, y uno español. ¿Cuál estará mejor preparado? ¿Cuál entenderá mejor que la excelencia se obtiene combinando esfuerzo y talento bien dirigido? Y por último ¿cuál de ellos será más susceptible de ser manipulado?
Pero tenga cuidado al leer este artículo, porque este tipo de ideas pueden ser consideradas protofascistas en cada vez más ambientes. Curiosamente, quienes etiquetan de esta suerte cualquier intento por mejorar, o al menos no empeorar, nuestro sistema educativo, serán con toda probabilidad beneficiarios y palmeros entusiastas del tipo de medidas aquí cuestionadas. Pero ellos, como ciudadanos de primera categoría moral, nos advertirán con la intolerancia de su diálogo y sus arbitrarias pero autoindultadas formas –ellos pueden decir lo que quieran y como quieran, pero usted no-, de que si continuamos nuestra deriva, acabaremos dejando a Le Pen (hija) como progre perroflauta a nuestro lado.
No obstante, advierta que ninguno de estos fundadores de la posverdad y resto de nuevas normalidades le contará que hay derivas más peligrosas, sí, derivas ideológicas que han acabado como campeonas mundiales en el exterminio físico de millones y millones de personas. Algunos recordarán el famoso artículo 58 del código penal ruso que hiciera famoso Alexandr Solzhenitsyn en su impactante “Archipiélago Gulag”, uno de los 100 mejores libros de la historia de la literatura según diferentes clasificaciones. Solzhenitsyn, Premio Nobel de Literatura de 1970, tres años antes de que se publicara la obra citada, fue encarcelado 8 años en la prisión de Lubianka por criticar en una carta privada la desafortunada (y sanguinaria) manera en que Stalin estaba dirigiendo a los rusos en la II Guerra Mundial.
Según nuestro autor, “para elogiar este artículo no basta con todos los epítetos que empleara Turguéniev para el idioma ruso, o Nekrásov, para la Madre Rusia: Artículo 58, grande, capaz, copioso y vertebrado, diverso y ubicuamente devastador, un artículo al que el mundo se le quedaba chico, no tanto por la formulación de sus puntos cuanto por su amplia y dialéctica interpretación”.
Bajo la aplicación de los catorce puntos y diversas letras de este omniabarcante artículo del código penal ruso, los Órganos de la Cheká organizaron la muerte y represión de decenas de millones de rusos entre los años 1918 y 1956. Como lectura para el verano y para despertar de la ensoñada deriva que nos propone el colectivismo amoratado en nuestro país, hágase el favor de leer “Archipiélago Gulag”. E imagine un mundo en el que la gente se quite de ver “supervivientes” o cualquiera de sus comparables, por acumular lecturas como la obra de Solzhenitsyn; cambiamos el mundo en tres días, oiga.
Otra deriva de la que debemos ser conscientes es la (del miedo a la) inflación. De esto hay que saber dos o tres cosas. Primero que la inflación (el aumento de los precios) horada su poder adquisitivo. Porque si aumenta, eso quiere decir que con la misma cantidad de dinero que hoy considere, en el futuro podrá comprar menos cosas que antes. Segundo, la inflación sube por diversos motivos, por ejemplo cuando la economía se reactiva por el aumento o recuperación de la actividad. A mayor demanda de productos y servicios, mayor precio de los mismos. Muy obvio, pero únale a esto el hecho de que se hayan aprobado por la pandemia ayudas directas de varios billones de dólares y que los Bancos Centrales de medio mundo se dediquen a introducir miles de millones cada mes en el sistema vía compras de deuda, y sigan manteniendo los tipos de interés ultrabajos, de modo que quien quiera financiarse lo tiene mejor que nunca para que le salga baratísimo. Todo esto ha hecho que el volumen de dinero que hay en el mundo hoy (M2, M3, o como prefiera llamarle) sea absolutamente desorbitado. Y este dinero, más tarde o más temprano, irá a parar a algún sitio. En concreto a dos: consumo o inversión. Y por ambos lados (consumo e inversión), esto también tira para arriba de la inflación. Parece un círculo vicioso cuyas consecuencias son sólo negativas, pero debe saber que existe al menos algo bueno en que haya inflación, sobre todo cuando hay deuda, y ahora hay muuucha deuda.
Para entender lo bueno de la inflación hay que explicar lo malo del fenómeno contrario: la deflación, que bajen los precios. De acuerdo con Jeremy J. Siegel, reputado profesor en la Wharton School, cuando pasa esto, el ciclo económico empeora, porque la caída de salarios y precios incrementa la carga de la deuda en valor real a medida que éstos disminuyen. Si, por el contrario, se inunda de liquidez el sistema, la deriva es hacia subidas de precios, lo que disminuye la carga de la deuda en valor real. La desagradable contrapartida de este fenómeno es la devaluación del poder adquisitivo de asalariados, pensionistas y ahorradores. Existe un interesante ejemplo de reducción de deuda desorbitada cuyo protagonista es Reino Unido. En 1947, debido a las necesidades de la II Guerra Mundial, su deuda pública escaló hasta un preocupante 238% sobre PIB. Pero incrementos también desorbitados de inflación fueron devaluando su peso hasta un cómodo 42,11% en 1980. Y lo consiguieron de un modo que los keynesianos siguen aplaudiendo hasta hoy: siendo muy permisivos con los déficits públicos. No llevaron a cabo políticas de estabilidad presupuestaria, sino todo lo contrario. La política monetaria expansiva, su correlación con el dólar y los citados déficits presupuestarios crecientes, generaron niveles de inflación en torno al 20% durante unos años. Estos porcentajes disminuían proporcionalmente el valor real de la deuda acumulada. Sorprendente, pero digno de ser tenido en cuenta. Sobre todo por el precio que hay que pagar por un proceso de este tipo por parte de los de siempre: asalariados, pensionistas y ahorradores.
Por último, le cuento un caso paradójico y muy interesante: la aparente contradicción entre la vida y la obra de una superestrella de la filosofía actual: Byung-Chul Han. Este pensador de origen surcoreano, cuya obra redunda en las ideas expuestas en su best seller “La sociedad del cansancio”, llegó a la filosofía tarde y de rebote. Había estudiado metalurgia en su Seúl natal, pero insatisfecho con su vida, a los 26 años y sin saber casi alemán, se establece en Friburgo para estudiar a Martin Heidegger y en Munich para estudiar literatura alemana y teología. Lleva al menos 16 libros publicados, tras doctorarse y dirigir el Studium Generale de la Universidad de las Artes de Berlín. Podemos resumir su pensamiento en la idea fundamental de que estamos viviendo un cambio de paradigma que nos lleva desde un exceso de positividad hasta la sociedad del cansancio. Habríamos pasado del paradigma del explotador ajeno (el dueño del capital, de los medios de producción), en el que tuvieron sentido las grandes revoluciones de los siglos XIX y XX contra la represión; al de la autoexplotación que subyace bajo la mejora continua que nos impone la sociedad del rendimiento, ante la que no cabe rebelión (porque explotador y explotado coinciden), sino que provoca depresión y síndrome del quemado o burnout. Sin duda el autor da en el clavo en muchas de sus atinadas reflexiones sobre la sociedad actual, pero también es cierto que su trayectoria vital es un claro ejemplo de superación y mejora continua.
Percibir estas derivas y correlaciones presupone que no existe voluntariedad en el movimiento de los fenómenos o no es asignable con la información de la que disponemos. De otro modo estaríamos hablando de conspiraciones, donde la voluntad de un grupo o un único promotor del movimiento es característica obligatoria. Como propuesta: leer para formarse y no (sólo) para estar informado.
Ver publicaciones anteriores de Francisco Romero. Asesor Financiero en Caser A.V. Asociado EFPA 30478
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