El enclave de Puerto Rico es el lugar de partida de la historia de Marbella. Luego llegarían los íberos de Cerro Colorado o Cerro Torrón, los púnicos de Río Real, los romanos, los árabes, los castellanos con los Reyes Católicos, etc. Pero fue en la zona de Puerto Rico donde habitaron los primeros seres humanos de Marbella en la época prehistórica. Y es también el punto de partida de la Vereda del Faro, una magnífica ruta de senderismo que, sin salir del municipio, nos permite disfrutar de la riqueza de Puerto Rico y de la zona Sur de Sierra Blanca. Siguiendo parte de este trazado recuperado por Mujeres en las Veredas vamos a conocer gran parte de nuestra historia y de nuestro patrimonio histórico.
Vereda del Faro
Tras dejar el coche en el aparcamiento improvisado de Puerto Rico Bajo traspasamos la cadena y nos encaminamos por el carril que hacia el Norte nos hace iniciar la Vereda del Faro. Estamos recorriendo el valle de Puerto Rico en tendido ascenso cuando, a los pocos minutos, a nuestra derecha encontramos el poste de señalización que marca Puerto Rico Alto-Ojén. Nos incorporamos a esta senda bien marcada que nos hace ascender de forma decidida por un tupido bosque con mucho matorral donde predominan los pinos. El sendero recorre la zona conocida como Hoya de los Cabañiles, lugar donde encontramos otro poste de dirección: hacia nuestra derecha parte un sendero que recorre las faldas de Sierra blanca en dirección Este hasta Ojén, mientras que nosotros enfilamos hacia la izquierda para encaminar nuestros pasos hacia Puerto Rico Alto, que podemos ver ya casi bajo nosotros.
Tras cruzar el arroyo del Puerto, remontamos un último trecho donde hay que ir con cuidado, ya que pasa cerca de unos cortados, antes de enfilar el descenso hasta la meseta del travertino de Puerto Rico Alto, haciendo un alto junto a la conocida Casa de la Finca.
Este enclave es un cruce de caminos para diversos recorridos por Sierra Blanca. Desde este lugar parten los senderos que permiten completar la Vereda del Faro, la Senda de los Tres Valles o el ascenso clásico a Juanar. Desde Puerto Rico Alto se puede ir hasta la ermita de Los Monjes o más allá, hasta Nagüeles. También es posible dirigirse hasta Ojén siguiendo las señales blancas y rojas de la Gran Senda de Málaga.
Geología y prehistoria en Puerto Rico
El cortado travertino y la meseta de Puerto Rico es uno de los elementos geológicos más destacados de Sierra Blanca. El arqueólogo Javier Soto Portella explica muy bien la enorme riqueza geológica e histórica de este espacio en su artículo Apuntes sobre el sector de Puerto Rico y la cueva de Pecho Redondo (Marbella) publicado en el número 26/27 de la revista Cilniana. Soto señala que “este complejo está datado en el Pleistoceno-Holoceno, hace dos millones de años. A medida que se asciende por la pared va siendo más joven, hasta que llegamos a la meseta de Puerto Rico Alto”.
Javier Soto explica que el complejo nunca ha sido estudiado en profundidad por especialistas en geología. Respecto a su importancia arqueológica, no hay evidencias del Paleolítico Inferior, ni del Medio ni del Superior. “Lo que no quiere decir que, en el futuro y con trabajos específicos orientados en esta dirección, no se puedan hallar algunas evidencias relativas a alguno de estos tres periodos”, aclara Javier Soto. Este experto sí reconoce que se han encontrado, en forma de testigo, “unos grabados de los que no tenemos certeza de que pertenezcan al inicio del Neolítico o de que sean un poco anteriores”.
De lo que no hay duda es de que los abrigos que hay en el travertino de Puerto Rico han sido intensamente expoliados desde hace décadas. “A este respecto, conviene recordar que, en los años sesenta, al parecer, un turista conocedor de la arqueología expolió todas las cuevas-abrigo del complejo; dado que hay poca o ninguna estratigrafía en estas cavidades, no ha dejado rastro alguno de materiales del neolítico”.
Soto reconoce que se han encontrado hallazgos de cerámica del cobre y del bronce, aunque no se pudieron localizar asentamientos. “Lo cierto es que, casi toda posibilidad, estas cuevas-abrigos nunca fueron utilizadas como viviendas, más bien como lugar de enterramiento. Hemos intentado establecer una cronología, aunque sospechamos que esta pared y su llano superior fue visitada por los hombres del Gravetiense, dado la cercanía de Pecho Redondo. Estaríamos hablando de 30.000 años a. C. Todo ello indicaría que esta zona fue transitada desde muy temprano por el hombre”, explica Javier Soto.
Respecto a épocas más modernas, este arqueólogo señala que “se han encontrado muy poca cantidad de cerámicas del siglo X y bastantes del siglo XIV al XVII, sobre todo en la meseta de Puerto Rico Alto. Con toda probabilidad, sería explotada agrícolamente desde el Neolítico hasta hace bien poco (finales de la década de 1960, con los naranjos). Se explotó, pero no se utilizó como hábitat, pues éste se hallaría en una zona más baja, donde es probable la existencia de alguna alquería de la que no tenemos constancia material”. Como puede verse, queda mucho por conocer, y por descubrir, sobre la historia remota de este enclave que fue el primero habitado por los protomarbellíes de hace decenas de miles de años.
Actualmente la meseta de Puerto Rico Alto es un lugar digno de ser visitado. Podemos comenzar, siempre con precaución, echando una ojeada a la Casa de la Finca, un cortijo ruinoso a pie de senda. Muy cerca hay una imponente alberca que está en un estado de conservación magnífico. Desde este punto se puede dar un paseo por toda la meseta. Es un lugar ideal donde “perderse” entre los árboles frutales y los matorrales aromáticos. Desprende una magia que anima a la contemplación y la meditación.
Una vez completado este paseo contemplativo volvemos al sendero donde estaba el cruce para enfilar por la senda que nos llevará hacia el Sur de vuelta al coche. Comienza un interesantísimo descenso haciendo zetas por un antiguo camino empedrado fechado, cuanto menos, en la época medieval. Según el arqueólogo Javier Soto, “podría datarse entre los siglos XII-XIII, por las cerámicas encontradas más arriba”. Se conservan en bastante buen estado hasta cinco tramos de esta vieja calzada serrana que nos acerca en algunos momentos a los abrigos tobáceos de Puerto Rico y a la canalización que hasta hace poco hacía descender el agua desde el manantial que hay por encima de la meseta hasta las fuentes públicas de Marbella.
El manantial de Marbella
Todo asentamiento humano existe en base al agua. Marbella siempre tuvo una relación difícil con el agua, a pesar de la proliferación de acequias y molinos. Según explica el historiador Francisco Moreno en su estudio Marbella y el agua, un problema histórico,“Durante el siglo XIX el progresivo desmantelamiento y deterioro de las canalizaciones, además de la sobreexplotación de los acuíferos del entorno urbano, convirtieron el suministro en una pesadilla. El caudal no cubría las necesidades mínimas, por lo cual se planteó una de las mayores empresas que afrontaba la ciudad en su historia. La traída de aguas desde Puente Rico. La primera noticia surge por las dificultades del verano de 1828. Las miradas de los munícipes se dirigieron al manantial cuya propiedad era de don Francisco de Asís Roldán. Pero en 1834 aún no se habían iniciado los trabajos que, en un informe oficial, se incluía dentro de las obras esenciales que precisaba la ciudad». Se concluyeron por fin en 1837, cuando el agua empezó a fluir desde Puerto Rico a las fuentes públicas de Marbella.
No fue hasta después de la Guerra Civil, en concreto en 1941, cuando se aprobó por parte del Ayuntamiento el proyecto de conducción de aguas y alcantarillado: las fuentes iban a pasar, paulatinamente, de ser un elemento fundamental a un objeto decorativo. Sin embargo aún en 1947 el agua no llegaba a las viviendas y los problemas de abastecimiento continuaron en 1950 y en 1958. “El alcalde Francisco Cantos Gallardo, en una entrevista en el Diario Sur ese mismo año explicaba que los inconvenientes del suministro a la población estaban en vías de solución parcial, con la unión de los manantiales de Puerto Rico Alto y Bajo, más varias captaciones subterráneas”, señala Moreno.
Volviendo a la ruta, finalizada la calzada medieval, llegamos a un cruce de caminos, a la derecha se desgaja un carril que conduce al cortijo de Puerto Rico Bajo, el último cortijo habitado del sur de Sierra Blanca y un lugar muy especial ya que en él habitó uno de los personajes más interesantes de la historia de Marbella.
El médico de los pobres
El doctor Félix Jiménez de Ledesma fue un médico soriano que dejo una profunda huella en Marbella la decena de años que vivió en nuestro municipio. Fue un doctor volcado en ayudar a los más pobres, pescadores, agricultores u obreros de la mina de Ojén, entonces en manos de la compañía inglesa Marbella Iron Ore Company. Con fama de excéntrico, Jiménez de Ledesma fue un activo reformista que mantuvo continuos choques con las familias burguesas afines al Ayuntamiento, celosas de sus prerrogativas centenarias.
Este doctor estableció su residencia en el lugar que ahora ocupa el cortijo de Puerto Rico Bajo. Según explica la profesora universitaria Lucía Prieto en su artículo Félix Jiménez de Ledesma: El Médico de los Pobres. Un reformista en Marbella, “allí proyectó la construcción de un sanatorio antituberculoso que intentó construir en las faldas de la Sierra Blanca, en un paraje privilegiado, dotado de su propio manantial. Un lugar aislado y alejado de la población que requería la dotación de unas infraestructuras de acceso que terminarían impidiendo la viabilidad del proyecto”.
Prieto relata que a principios de 1914, “don Félix, a través de su apoderado, José Martínez Esmorís, solicitará permiso al Ayuntamiento para arreglar y construir un camino que permitiera el paso de carruajes desde “La Torrecilla” hasta “El Chorrón” donde empezaba su finca “Zaragoza”. Sin embargo, el camino transcurría paralelo al trazado del ferrocarril de la mina de hierro y, por tanto, necesitaba de la construcción de un paso a nivel para cruzar la vía férrea. Algo que la compañía inglesa no autorizó. “Durante dos años, don Félix persistió en su empeño de abrir el camino a su costa, pero al final tuvo que desestimar el proyecto del sanatorio”, explica Prieto, dejando a la ciudad sin un equipamiento sanitario tan importante en una época en la que la tuberculosis mataba a muchas personas en todo el mundo.
Según relata el fallecido cronista oficial de Marbella Fernando Alcalá Marín en su libro Crónica de Marbella, Félix Jiménez de Ledesma murió el 10 de noviembre de 1919 “en su casa de Puerto Rico de un infarto, en el lugar que soñó para curar y desde el que hasta el último momento siguió poniendo a disposición de sus enfermos su ciencia”.
Un proyecto de mejora en el fondo del cajón
Hace cuatro años, la Delegación de Medio Ambiente del anterior equipo de gobierno municipal del alcalde José Bernal llegó a un acuerdo, aprobado en el Pleno, con la empresa Hidralia para mejorar el camino de acceso a Puerto Rico Bajo. Además en el documento se especificaba el arreglo de la fuente que hay poco antes de llegar al tajo travertino, poniendo un banco para el descanso del senderista y un estanque junto a la fuente.
Igualmente, el acuerdo suponía el adecentamiento del espacio donde se ubica la caseta del manantial de Puerto Rico Alto: se adecuaría una fuente y un banco de piedra circular. También estaba previsto que se llenara la alberca de la Casa de la Finca, para garantizar que hubiera agua para los animales durante los tiempos de sequía.
Todas estas mejoras habrían revalorizado un espacio natural ya de por sí sobresaliente. Sin embargo, nada de esto se ha hecho y, como tantos proyectos necesarios para el municipio, ocupa un pequeño espacio en el gran cajón de los planes olvidados por el Ayuntamiento.
Una leyenda y un tesoro escondido
Uno de los actuales propietarios de Puerto Rico, el francés Alain Chantillon, cuenta la leyenda de unos árabes andalusíes que acamparon en la zona de Puerto Rico hace 1.000 años. Llevaban un tesoro para pagar la dote de un matrimonio que habían concertado con una familia marroquí. Sin embargo, éstos enviaron unos mercenarios para matar a los andalusíes y quedarse con el oro. Los cuales, viendo las malas intenciones de aquellos, enterraron el tesoro para evitar que lo robaran. Los mercenarios mataron a todos los andalusíes pero no supieron encontrar la riqueza escondida y el oro quedó oculto para siempre.
Puerto Rico es, en parte, como ese tesoro perdido. Enseña su riqueza a quienes saben verlo, pero permanece oculto a muchos de quienes transitan por sus veredas y parajes y desconocen su enorme valor histórico y medioambiental.
Epílogo
Tras dejar atrás el cruce que conduce al cortijo de Puerto Rico Bajo apenas quedan unos minutos para llegar a donde dejamos el coche. Si tenemos tiempo podemos desviarnos, según bajamos a nuestra derecha, hacia donde desde siempre se ha celebrado el Tostón. Si enfilamos por un sendero en dirección noroeste llegaremos en unos minutos hasta una mágica glorieta bien cuidada, con bancos de piedra y presidida por un alcornoque. Es un lugar donde podemos descansar, meditar o, simplemente, valorar todo lo bueno que ha supuesto para el cuerpo y el alma un sencillo paseo por este paraje incomparable de Sierra Blanca.