Hay muchas razones para leer y escribir: tantas como personas. Veía en las redes a un amigo de Facebook, concretamente a Antonio Jesús Núñez Azuaga, que comentaba que le gustaban los libros porque tenían dos grandes funciones: hacerle pensar o hacerle dejar de pensar y que dependiendo del momento cualquiera de esas dos opciones podía salvarle. Para mí la escritura es la forma de intentar comprender el mundo; la complejidad de lo humano; una forma de hacer terapia para digerir la estulticia que nos rodea.
Cuando empezaron a salir las noticias sobre el marido y el hijastro de la alcaldesa muchos veíamos el principio del fin de Ángeles Muñoz. La gravedad de los hechos y lo que iba saliendo en al auto de procesamiento parecían indicar que iban a tener un coste político claro y la oportunidad de ejercer un cambio político en el ayuntamiento para la necesaria regeneración del mismo. Ya entonces algunos amigos con un buen conocimiento de nuestra ciudad y su complejidad me advirtieron que podía ocurrir lo mismo que en la época de Gil cuando las causas judiciales lo inhabilitaron para la política y en las siguientes elecciones municipales Julián Muñoz sacó mayoría absoluta: este pueblo no solo no condenó la corrupción que se atisbaba, sino que la premió en las urnas. Algo que podía volver a ocurrir con cierta probabilidad. La cuestión clave era si el sustrato social que lo permitió entonces había cambiado lo suficiente para que no volviera a repetirse la historia. Es obvia la respuesta sobre nuestra madurez democrática a la vista de los resultados. Tampoco Marbella es un caso aislado. Ahí está el caso del alcalde de Orense que, pese a hacerse públicos unos audios donde se le escucha tratando de convencer a unos funcionarios para que carguen con una multa de su coche oficial o hablando de enchufar a asesores en empresas concesionarias, entre otras lindezas, ha sido la lista más votada.
Afortunadamente -para seguir creyendo en la humanidad- me consta que hay muchas personas de un amplio espectro político que no entienden como una parte importante de la ciudadanía ha votado de nuevo a Ángeles Muñoz. Un voto que blanquea una serie de cuestiones que la tenían que haber hecho dimitir y retirarse de la política. No solo no fue así, sino que dio la batalla electoral con un perfil muy alto; una campaña más potente que en anteriores comicios donde lejos de esconderse se multiplicó en actos llenos de un populismo -bochornoso para los que nos consideramos demócratas- llenos de fotos, reconocimientos, medallas o inauguraciones, aunque fueran solo de carteles, en algunos de los casos.
No son solo cuestiones locales las que pueden explicar lo que ha ocurrido; dicen los expertos que estas elecciones municipales lo han sido en clave nacional para dar un toque a Sánchez, que existe una tendencia global que explica la marea azul en el mapa, que la derecha ha sabido dirigirse al electorado (otra cuestión es que estemos de acuerdo en los mensajes y en utilizar la emoción por encima de la razón), el creciente abstencionismo por la desafección con la política, la fragmentación de partidos o que la historia nos enseña que esta es cíclica y que como el badajo de una campana las sociedades alternan épocas de más progreso social y otras más conservadoras.
Yo tengo claro que el modelo de gestión que representa Ángeles Muñoz es un modelo caduco e ineficiente que ha demostrado, a la vista del déficit de equipamientos que presenta nuestra ciudad, que no ha mirado por la calidad de vida de su ciudadanía en sus cuatro legislaturas ni tampoco ha atendido a los retos globales de una ciudad como Marbella con una visión de futuro. Tampoco esas razones han pesado mucho en el electorado a la hora de votar.
Aunque no nos gusten los resultados es lo que ha elegido una parte de la ciudadanía y también otra parte importante que no acudió (48%) y lo permitió con su silencio en las urnas. Eso sí, esa parte que votó y eligió por la no regeneración política solo representan el 12% de la población total de Marbella o apenas el 21% del censo electoral. Es lo que tiene la democracia representativa y la ley de distribución de votos que rige nuestro sistema electoral, esa odiada ley D’hondt.
He elegido el título de terapia electoral en referencia al nombre del podcast de Inés Hernand y Nerea Pérez de las Heras, protagonistas del programa ‘Saldremos mejores 2×32’ -que me recomendó mi cuñada Natacha- donde analizan los resultados de las pasadas elecciones municipales del 28 de mayo y donde, entre otros casos, se recoge la curiosa victoria de Ángeles Muñoz (escuchar podcast) pese a la sombra de corrupción que tenía detrás.
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