Mi amigo y querido Paco Cervera me pedía un par de deseos para felicitar el año nuevo desde la asociación Marbella Activa. Una invitación que he querido hacer extensiva a los lectores de este periódico y mi estimado Carlos Lima, sin el que este proyecto periodístico y mi colaboración sería posible. Así que me he insuflado de espíritu navideño para empezar este año 2024 con mis mejores deseos posibles para este año recién estrenado, aunque hayan sido finalmente más de dos.
He querido empezarlo con un fragmento de las palabras que escribió el premio Nobel, Hermann Hesse, en su libro recopilatorio Pequeñas alegrías, donde reflexionaba sobre la Navidad y que comparto en su totalidad y fundamenta cómo deberíamos vivir, no solo la Navidad, sino la esperanza de que en este año nuevo se vean cumplidos nuestros deseos:
“No somos hombres de buena voluntad si nos contentamos con lamentar lo perdido y recordar lo que ya no tiene remedio. Somos hombres de buena voluntad cuando despertamos lo mejor y lo más vivo de nosotros mismos y seguimos la voz de esa conciencia nuestra. El que toma esto en serio, el que renueva su compromiso de permanecer fiel a lo mejor de sí mismo, ése es el que se encuentra en la buena disposición para celebrar la fiesta. Y sólo para él tendrán valor y simbolismo las campanas festivas y las luces de los cirios, las canciones y los regalos.”
Dicen que todo lo que pidamos tiene poco valor si no tenemos lo más importante: salud. Salud para disfrutar, a lo que añadiría, la actitud necesaria para saborearla vida, que no deja de ser salud, aunque sea mental. Necesitamos renovar de forma continua —y parece más normal hacerlo con cada año nuevo— nuestro compromiso con la vida y con nosotros mismos, de seguir, como diría Hesse, la voz de nuestra conciencia para despertar lo mejor y más vivo de nosotros; para que esos deseos que pidamos lo hagamos desde la autenticidad, de creérnoslos de verdad, aunque sepamos que muchos de esos deseos y utopías sean difíciles de cumplir. Pero no podemos perder lo más importante, la esperanza de verlos cumplir; de desear un mundo mejor y más justo, donde nosotros seamos parte del cambio que queremos en el mundo, desde una sociedad civil más comprometida.
Deseo mucha paz en el mundo. Más que nunca; que en este 2024 la ocupación bélica de Ucrania y Palestina, y todos esos otros conflictos que hay en otros puntos del planeta, terminen de una vez, como también el hambre en el mundo y que no haya niños sin infancia ni futuro.
Puesto a pedir anhelaría para mi país más calma y capacidad de diálogo, no solo entre nuestros políticos sino de toda la sociedad, cada vez más crispada y polarizada. Pediría más capacidad crítica a la ciudadanía, para que no nos manipulen tan fácilmente. Mucha de esa crispación está causada por oscuras voluntades que solo quieren pescar votos en río revuelto, sin importarles las consecuencias. Necesitamos más que nunca a esas personas de buena voluntad.
También pediría algo más: lluvia, mucha lluvia. La lluvia, el agua es vida y necesitamos mucha porque sino tendremos graves problemas para garantizar agua potable en nuestras casas, en nuestros campos de labranza y para un turismo del que vivimos todos de forma directa o indirecta, pero sobre todo para que esta bella naturaleza que nos rodea no se convierte en un desierto. Me gustaría que en este año 2024, más pronto que tarde, me despierte el repiqueo de las gotas de agua en mi terraza, que el olor a tierra mojada empape mi seca nariz. Desearía que el cambio climático solo haya sido la broma pesada de un científico aprensivo.
No pido tanto. Os deseo un feliz 2024.
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