Leía hace poco unas declaraciones del actor William Shatner, conocido por su papel del capitán Kirk en la serie Star Trek, sobre una experiencia que según él le ha cambiando la vida a raíz de viajar al espacio y convertirse en el astronauta más longevo en hacerlo. Según este actor, después de tantos años encarnando a un personaje que explora el universo desde la ciencia ficción, pensó que sentiría una profunda conexión con la inmensidad que nos rodea. Estaba totalmente equivocado, lo que sintió fue un tremendo dolor al ser consciente de que estamos viviendo en un pequeño oasis de vida, rodeados de una inmensidad de muerte. Sintió la oscuridad más profunda que podía haber imaginado, contrastada con la calidez acogedora de nuestro planeta Tierra. Se dio cuenta que habíamos pasado décadas mirando hacia el espacio como frontera final, pero tuvo que viajar al espacio para entender que la Tierra es y seguirá siendo nuestro único hogar y que lo estamos arrasando hasta hacerlo cada vez más inhabitable.
Como me apuntó el amigo Víctor Iruretagoyena este hombre ha sido consciente de esto un poco tarde. A mí me da que pensar que los gobiernos más poderosos y ciertos empresarios con el nivel para explorar el espacio, y con mucha más información que uno, estén más preocupados en buscar vida en otros planetas que en mantener el milagro que supone la vida en el nuestro. Quizás sea a los responsables de estos países, también responsables de la mayor cantidad de emisiones contaminantes del planeta, a los que habría que darles una vuelta espacial por esa inmensa oscuridad para ver si a ellos también se les despertaba su conciencia medioambiental.
El cambio climático está provocando que tengamos más gases de efecto invernadero de los que hemos tenido en los últimos 4,5 millones de años, que las actividades humanas hayan acelerado 20.000 años de cambios en el clima en tan solo 170 años, que la Antártida esté perdiendo 151.000 millones de toneladas de hielo al año, que las estaciones se estén alterando, que este pasado julio de 2022 haya sido el más caluroso desde que se tiene registros, que los desiertos estén creciendo, que los incendios sean cada vez más frecuentes y devastadores (como el de Canadá), que las enfermedades peligrosas se estén extendiendo o que estén sucediendo fenómenos meteorológicos extremos como el que se ha vivido recientemente y de forma trágica en Libia. Uno de los datos más preocupantes que habría que sumar a los anteriores es el millón de especies que se encuentra en peligro. El cambio climático junto a la contaminación, la deforestación, la sobrepesca, las especies invasoras o el desarrollo están poniendo en peligro la biodiversidad. La ONU estima que 150 especies se extinguen al día por culpa del hombre.
Frente a esos deprimentes datos solo cabe la movilización por el clima —no a todo el mundo podemos ponerlo en órbita—. Afortunadamente la población está cada vez más concienciada. Según una encuesta del Boston Consultancy Group a 3.000 participantes de ocho países, estos eran un 70% más conscientes que la actividad humana amenaza el clima y que la degradación del medio ambiente, a su vez, amenaza a los humanos.
El problema radica en que esta mayor preocupación ciudadana no se traslada a las agendas políticas. Al contrario, la preocupación por el medio ambiente está relegada de las agendas públicas como hace poco hemos podido comprobar en Andalucía con la situación de Doñana donde el ejecutivo regional, apoyado por Vox, quieren aprobar la ley por la que se aprobaría la ampliación de la zona regable y que supondría una sentencia de muerte a este excepcional parque natural, declarado Patrimonio de la Humanidad y Reserva de la Biosfera por su humedal de importancia internacional y donde la Junta no ha tenido otra idea más brillante que la de querer ampliar el parque para callar la crítica, como si eso solucionara los graves problemas de sequía a los que se enfrenta este parque. Solo es un ejemplo cercano, de los muchos que podrían citarse, también en Marbella, para mostrar que la conciencia por la naturaleza no atraviesa por sus mejores momentos, al menos en aquellos que tienen en sus manos la capacidad de revertir o frenar este deterioro medioambiental y las consecuencias que tendremos en nuestras vidas: alea iacta est.
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