Hay lugares donde el jamón serrano y el vino de la tierra tienen un sabor especial y el campamento base del Everest, a 5.364 metros de altura, es uno de ellos. Especialmente si acabas de lograr la gesta de dirigir la primera expedición de andaluces que coronan el Everest. Por eso, Manuel, «Lolo», González supo disfrutar, en la fría noche del 25 de mayo del año 2000, del éxito de haber hecho historia del himalayismo andaluz. El momento festivo del jamón y el vino es el punto culminante de una aventura que se gestó casi dos años antes y que vamos a relatar en este reportaje.
Durante los años que precedieron a la subida al Everest, Lolo González y otros miembros del Club Alpino Ama Dablam de San Pedro Alcántara hicieron sucesivas expediciones al Himalaya, siendo pioneros del ochomilismo andaluz. Estos montañeros locales conquistaron montañas como el Cho Oyu y casi lograron hacer cumbre en el Dhaulaguiri y el Annapurna. Gracias a aquella experiencia adquirida, en una reunión de González con el entonces presidente de la Federación Andaluza de Montaña (FAM), José Durán, se planteó en serio la idea de montar una expedición andaluza para ascender al Everest y plantar la bandera verdiblanca a 8.848 metros de altura.
La Expedición Andaluza al Everest pudo hacerse realidad tras conseguir el apoyo de la Junta de Andalucía a través de Deporte Andaluz, que financió la gesta con 240.000 euros (40 millones de las antiguas pesetas). Lolo González consensuó con la FAM la elección de los componentes de la Expedición: eligió al jerezano Manuel Salazar como su segundo (quien fallecería en 2006 al resbalar mientras subía al pico Mulhacén) y a Amparo Ortega como doctora del equipo. Los restantes siete miembros del grupo fueron Santi Millán, Fernando Fernández Vivancos, José Antonio Pérez Jorge, Iván Jara, Inmaculada Fernández y Juanjo Garra, el camarógrafo que dejaría constancia gráfica de la gesta (y que fallecería precisamente acompañando a Lolo González en 2013 en el desgraciado ascenso a otro ochomil, el Dhaulaguiri).
En otoño de 1.999 el grupo partió hacía Nepal en una expedición para subir el Ama Dablam (6.810 metros): «el objetivo era hacer equipo, testar el material y que algunos de los componentes de la expedición tuvieran una experiencia previa en el Himalaya”, comenta, a El Periódico de Marbella, Lolo González.
La primavera del año 2000 una avanzadilla partió hacia Nepal unos días antes para contratar a los sherpas, establecer la logística y comprar más alimentos y equipos. La financiación pública permitió que la Expedición Andaluza al Everest pudiera ser totalmente autónoma y no dependiera de esas primeras agencias que, ya hace 20 años gestionaban toda la logística de ir de España a Katmandú, de allí al campo base y de ese punto a la cumbre y volver a España. “Nosotros nos llevamos casi todo el material, alimentos y equipos desde España. De hecho, calculé que necesitábamos el equivalente de unos 250 porteadores para situar en el campamento base todo lo necesario para hacer la subida al Everest”, explica Lolo.
La expedición andaluza al completo llegó al campamento base al inicio de la temporada de escalada y se hicieron con el mejor sitio en esta peculiar ciudad improvisada a más de 5.000 metros de altura. “Con la expedición vinieron, también, unos veinte amigos que hicieron solamente el trekkin al campo base y pronto se nos unieron otras expediciones catalanas y vascas e incluso, un equipo del programa Al filo de lo imposible. En la montaña la hospitalidad es sagrada así que al principio dimos la nota un poco”, recuerda con una sonrisa González. Lo cierto es que los andaluces llamaron la atención durante las semanas de estancia en el campamento base. Animaron el ambiente con la música de Camarón, Niña Pastori y, cómo no, rock de calidad.
La montaña se cobró también sus primeras víctimas: Inmaculada Fernández tuvo que retirarse por una afección no muy grave y la doctora Amparo Ortega se partió la tibia y el peroné y retornó a España.
La Expedición Andaluza al Everest enfiló hacia la montaña más alta del mundo a mediados de mayo tras cinco semanas aclimatándose al entorno extremo del Himalaya, haciendo equipo y esperando una ventana de buen tiempo. Los montañeros consiguieron llegar el día 20 de mayo al Collado Sur (7.900 metros) donde se ubicaba el campamento 4. “Subimos muy fuertes, prácticamente sin usar las bombonas de oxígeno y esa noche de madrugada, junto al himalayista Carlos Soria, intentamos hacer cumbre, pero el fuerte viento nos echó de la montaña cuando habíamos subido a unos 8.200 metros. Una vez de vuelta al campamento 4, fui a ver a los sherpas en su tienda y los encontré con mal de altura. Lo que posteriormente supuso un contratiempo que pudo causarnos una desgracia”, relata Lolo.
El sampedreño reunió a los componentes de la expedición que estaban en el campamento 4: Jara, Salazar, Vivanco, Garra y Millán, para decidir si intentaban la subida de nuevo al día siguiente. Eligió para ello a Iván Jara y Juanjo Garra por ser los que estaban más fuertes. Los otros tres quedaron en reserva por si el primer equipo fallaba en hacer cima.
A las 11 de la noche del 22 de mayo Lolo González, Iván Jara y Juanjo Garra iniciaron el camino hacia la cumbre. Los sherpas, tocados por el mal de altura, no los alcanzaron con un valioso cargamento de bombonas y los tres andaluces partieron con el oxígeno justo. El trío andaluz pasó el Balcón a 8.300 metros de altura, cruzó el Escalón de Hillary (a 8.700 metros y famoso por la foto de hace un año atestado de turistas e himalayistas) y se encaramó a la cima del Everest sobre las 12 del mediodía. “Allí estuvimos una media hora porque no puedes entretenerte. Pudimos hablar por walkie talkie con el campamento base para comunicar el éxito de la expedición y yo personalmente pude hablar con mi pareja que estaba en San Pedro”, comenta Lolo.
No había tiempo que perder “porque bajar es más peligroso que subir. Ya vas con las fuerzas al límite, casi sin oxígeno. Hay que entender que a más de 7.000 metros es la línea de la muerte, el cuerpo no está hecho para estar a esa altura y te vas muriendo con cada minuto que pasa”, puntualiza el montañero sampedreño. Con las reservas de oxígeno cada vez más mermadas, descendieron el Escalón de Hillary muy rápido. En uno de los puntos de reunión de bajada, tanto Jara como Garra empezaron a sentirse mal por la falta de oxígeno y gastaron la bombona que les quedaba para coger fuerzas y seguir el descenso. Fue suficiente, porque desde ese punto pudieron llegar hasta el campamento 4 del Collado Sur donde los recibieron sus compañeros del segundo equipo.
Al día siguiente, tras hidratarse y dormir, los miembros de la expedición descendieron hasta el campamento 2, pasaron allí la noche y el día 25 de mayo llegaron al campo base. Los ecos de la celebración en el campamento andaluz aún resuenan en las montañas y arrancan una sonrisa en Lolo. “Nos juntamos unas 30 personas y solo puedo decir que al día siguiente hubo un poco de resaca”, recuerda.
La gesta de ser los primeros andaluces en subir el Everest le reportó al jefe de la expedición, Lolo González, un Premio al mejor equipo de Deporte Andaluz. Posteriormente, el sampedreño conseguiría un segundo Premio al llevar una expedición de mujeres andaluzas a la cumbre de otro ochomil, el Manaslú.
De los 14 picos de más de 8.000 metros de altura del mundo, Lolo González ha intentado o logrado ascender 11 de ellos. Y pretende realizar el ascenso de los tres restantes: Nanga Parbat, Shisha Pangma y Kangchenjunga. Por lo pronto, tiene previsto el año que viene, junto a tres compañeros del Club Alpino Ama Dablam, 3 canarios y dos granadinos, la subida al Nanga Parbat por una vía que dejó inconclusa el gran himalayista Reinhold Meissner. La fiebre del Himalaya aún prende fuerte en el interior de este montañero que ha subido más alto que cualquier otro andaluz.