A lo largo de sus seis kilómetros el arroyo Guadalpín-Los Monjes-Calaña recorre parajes naturales de una gran belleza y riqueza. Pasa junto a los restos de edificaciones históricas de carácter religioso que han sido olvidadas por las administraciones. Se oculta de todos en tramos donde va bajo tierra voluntariamente. Es sobrevolado por una amplia representación de aves autóctonas y venidas de fuera a invernar en nuestras montañas. La ruta que proponemos permite conocer todo esto haciendo un itinerario circular que nos posibilitará conocer también un paraje natural mágico, la Cascada de Camoján, que sufre una presión urbanística insoportable.
Esta ruta parte desde el aparcamiento que hay en la parte alta de Xarblanca. Una pronunciada bajada nos sitúa rápidamente en el cauce del arroyo. Tras cruzarlo debemos obviar un camino que sale a nuestra izquierda (lo usaremos a la vuelta tras visitar la cascada de Camoján) ya que debemos seguir hacia la derecha. Encontramos a continuación un escarpe rocoso que, aunque es la parte más complicada de la ruta, se pasa yendo con cuidado. Hasta los niños puede pasar teniendo un poco de precaución.
El sendero continúa en ligero ascenso sumergiéndonos inmediatamente en una frondosa cañada llena de pinos, algarrobos, palmitos, acebuches, eucaliptos y todo tipo de plantas arbustivas. El arroyo de Los Monjes alimenta este auténtico edén por donde sobrevuelan numerosas especies aladas. Como explica el naturalista Antonio Figueredo, “por estos parajes de Sierra Blanca se puede ver el águila real, el águila calzada y es frecuente ver una pareja de águila culebrera, así como rapaces más pequeñas como el azor, el gavilán o el cernícalo vulgar. Además, por la noche puede escucharse el sonido del cárabo común. También es posible la visión del águila perdicera, una de las rapaces más destacadas porque dentro de España, que tiene el 75% de la población de esta ave en Europa, la gran mayoría están en Extremadura y en las sierra costeras del sur como nuestra Sierra Blanca”. Además de estas rapaces, Figueredo ha querido destacar la presencia, entre otras aves, de la collalba negra, que tiene querencia por las zonas de roca y en Sierra Blanca tiene una población saludable. El mirlo capiblanco también es un invernante en estos días. “Podemos ver en la zona sur de Sierra Blanca el zorzal arirojo, pico picapino y el pito real».
La riqueza de la avifauna es evidente conforme recorremos la cañada formada por el arroyo, sólo hay que prestar atención a los múltiples trinos de los pájaros que habitan en este frondoso bosque. El sendero continúa muy cerca del arroyo durante unos 15 minutos hasta que se despega para ascender por encima del cauce. Debajo podemos ver una espectacular poza alimentada por un tobogán de agua. Al poco llegamos a una llanura en medio de un pinar, donde hay varios troncos de árbol derribados y restos de hogueras.
El sendero continúa en ascenso, cruza el arroyo (en total lo hace siete veces hasta la ermita de Los Monjes), pasando junto a diversas pozas hasta llegar a un tramo donde no nos mojaremos los pies al cruzar el cauce porque el arroyo va soterrado, como el Guadiana, durante unos cientos de metros.
Tras recorrer el camino unos 40 minutos desde el inicio cruzamos nuevamente el arroyo y daremos de bruces con soberbio ejemplar de pino carrasco, probablemente centenario. Es la señal de que estamos muy cerca de la ermita de Los Monjes. Tras una corta subida el sendero desemboca en las ruinas de este establecimiento monástico centenario.
La ermita de los Monjes es un espacio arqueológico por descubrir. Ninguna institución pública lo ha estudiado a pesar de su indudable interés histórico y etnográfico. La asociación Cilniana llevo a cabo hace 10 años una importante labor de limpieza y desbroce del entorno de la ermita, con la colaboración de 40 voluntarios.
Tras la limpieza llevada a cabo, uno de los grandes conocedores de la historia del municipio, Javier Soto, planteó la hipótesis de que, dada la existencia de restos de viviendas, bancales, corrales, eras, incluso una acequia, etc., “hubiese una alquería con explotaciones agrícolas y ganaderas, que bien pudo ser abandonada con anterioridad a la entrega de la ciudad de Marbella a los Reyes Católicos, o bien formada posteriormente a raíz del decreto por el que los moriscos debían dejar las tierras cercanas al mar, situándose a una legua de ella”. Soto puntualiza que para poder fundamentar esta hipótesis con más rigor, “sería necesario la realización de una prospección, así como un estudio minucioso de las construcciones de la zona, como ya he indicado anteriormente, se encuentra muy cubierto de maleza, que impide poder localizar restos que pueda permitir una datación más concreta”.
Una de las pocas menciones que constan de este enclave de Los Monjes la da el político Pascual Madoz, a mediados del siglo XIX, que lo describía como el ““… residuo de un antiguo monasterio. Su título es Nuestra Señora de las Angustias y a ella es donde suelen acudir en penitencia o por promesas los habitantes de Marbella y otros pueblos del contorno. Tiene un ermitaño que cuida del edificio y del culto, siendo bastante para uno y otro objeto las limosnas de los fieles”.
Un episodio refleja el casi abandono de la ermita. Lo explica el historiador Francisco Moreno en una de las historias de su página web http://marbellenses.blogspot.com/2010/02/sierra-blanca-ascenso-y-descenso.html. La zona de los Monjes es protagonista esencial de la experiencia que vivió en 1945 el escritor, periodista y alpinista Arnaldo de España tras su subida ese verano a La Concha. En el descenso se quedó sin agua y sufrió el tormento de la sed hasta que llegó a los Monjes y encontró una charca sucia “en la que saciamos el ansia casi con ferocidad, y recuerdo con rabia, que cuando me acercaba a los labios el vaso número cinco, el canto alborozante de un gallo allí mismo nos indicó la existencia probable de humanos entre las ruinas… una familia menesterosa ocupa un rincón ingeniosamente habilitado para su uso y allí está dedicado al pastoreo y venta de leche y quesos”.
Por último, sobre este paraje recuerda Dolores Navarro, presidenta de Mujeres en la Vereda, “que hace muchos años los guardias forestales tenían una huerta en los alrededores de la ermita”.
Toca volver al camino mientras el entorno de la ermita espera tiempos mejores. Descendemos al cercano arroyo, lo cruzamos y encontramos una bifurcación. Nosotros enfilamos hacia la izquierda, en dirección Norte, ya que al Sur nos dirigiríamos hacia el Puerto de la Cruz para descender posteriormente a los Llanos de la Capellanía justo al norte del antiguo hotel Don Miguel. Por tanto, comenzamos una subida moderada que nos despega del río. Encontramos unos minutos después de nuevo una bifurcación con una cartel. Otra vez tenemos que seguir a la izquierda en dirección Norte, ya que hacia el Sur alcanzaríamos el Puerto de las Pitas, desde donde se puede ir hacia la zona de Puerto Rico. El camino llega a un collado desde podemos ver la cabecera del arroyo, en este paraje conocido como Calaña, bajo los paredones sureños del Salto del Lobo.
El sendero se difumina en un tramo rocoso de unos doscientos metros hasta encontrar una señalización que marca el camino del nacimiento del arroyo. Nos introducimos en un paraje exuberante, selvático, cuesta imaginar que el monte mediterráneo que nos rodea pueda transformarse en un entorno húmedo y fresco como el que transitamos durante unos doscientos metros hasta encontrar uno de los premios gordos de esta ruta: el nacimiento del arroyo Calaña-Los Monjes-Gualdalpín. Junto a un pilón de piedra de unos cinco metros se encuentra una oquedad rocosa de donde borbotea el agua después de lluvias intensas. Nos rodean madroños de cuya fruta no conviene abusar. Es, en definitiva, un lugar mágico donde podemos hacer un descanso y disfrutar de este rincón mágico.
Toca volver sobre nuestros pasos hasta la ermita de Los Monjes. Para no repetir la vuelta hasta nuestro punto de partida, optamos por enfilar desde la ermita por un sendero que nos encamina hacia el Oeste. La vereda se hace un poco abrupta, de hecho hay unas cadenas para ayudar a los senderistas más precavidos, aunque este tramo, con cuidado, se pasa sin mayor problema. El sendero asciende hasta el Puerto de Camoján, desde donde tenemos magníficas vistas de la costa y el Estrecho de Gibraltar.
El sendero nos hace descender hasta un cruce señalizado en la Cañada de la Rana. Si seguimos hacia el Oeste llegaríamos a la zona de Buenavista-Nagüeles. Optamos por encaminarnos hacia el Sur, recorriendo un bonito pinar hasta que salimos a un camino en plena urbanización de Camoján.
Actualmente, justo en frente de donde hemos desembocado, están construyendo un espectacular chalet justo encima de la cascada de Camoján, uno de los más bellos parajes de Sierra Blanca y que visitaremos a continuación. Para ello descendemos por el carril, al poco ya asfaltado, hasta una bifurcación. Por la izquierda tomaríamos la calle El Olivar para ir de vuelta a Xarblanca. Nosotros nos desviamos hacia la derecha durante unos doscientos metros hasta encontrar, a mano derecha, un llano vallado donde crecen alcornoques, quejigos y algarrobos de un porte impresionante. Junto a la alambrada parte un camino señalado por un cartel, que nos acerca en dos minutos a la cascada de Camoján. Este salto de agua está en un paraje de gran frondosidad e invita a la meditación con el sonido del agua cayendo.
La presión que sufre este idílico lugar está próxima a ser insoportable: a un lado lo bordea una chalet de notable porte. Encima están construyendo otra construcción millonaria y al otro lado, donde está el llano con magníficos árboles, está prevista la construcción de otro chalet que encarcelará más aún a la cascada de Camoján.
Volvemos sobre nuestros pasos hasta la calle El Olivar, que recorremos durante unos cien metros hasta encontrar a nuestra izquierda una cancela a cuyo timbre debemos llamar para poder cruzar e iniciar un descenso de unos trescientos metros hasta reencontrarnos con el arroyo de Los Monjes en el punto donde iniciamos la ruta al principio. Concluyendo esta excursión que nos ha permitido conocer esta joya fluvial de Sierra Blanca.