La Plaza de los Naranjos es uno de los espacios históricos más importante de Marbella. Es el corazón del Casco Antiguo. La sede del gobierno local. Y la mayor parte de su superficie está ocupada por las mesas, sillas y sombrillas de la decena de establecimientos de hostelería que circundan la plaza mayor de la ciudad.

¿Es compatible la ocupación comercial del espacio público con el disfrute de los vecinos y visitantes? Desde la Junta Directiva de la Asociación de Comerciantes del Casco Antiguo (ACOPROCAMAR) si lo creen posible. Aunque consideran que “las mesas están ocupando una superficie excesiva de la Plaza de los Naranjos, hasta el punto de que dificultan el acceso a otros comercios y superan en más del 50% el espacio de la Plaza tal y como estipula la normativa”.

De hecho, tanto ACOPROCAMAR como el colectivo La Plaza es Nuestra llevan muchos años reclamando que se regule y limite el espacio ocupado por las terrazas de los restaurantes y que se deje libre toda la zona central del suelo enchinado.

En 2016 se llevó a cabo una actuación para recuperar el empedrado artístico del centro de la plaza de Los Naranjos con un nuevo enchinado que se llevó a cabogracias a una subvención europea captada de 202.000 euros. En ese momento, según informó el periódico Marbella24horas, “en los dos pasillos laterales que atraviesan de norte a sur se han reproducido detalles tomados de las rejas de los balcones del edificio consistorial, mientras que en el central se ha colocado el escudo de la ciudad. Además, en los laterales este y oeste figura el nombre de Marbella”. En ese momento, el alcalde José Bernal aseguró que buscaría el consenso con comerciantes y vecinos para que la parte central de la plaza pudiera seguir siendo fuente de negocio y también fuera disfrutada por los ciudadanos y turistas “en toda su grandeza”.

La zona aledaña al busto del rey Juan Carlos I es la única en la que puede apreciarse el enchinado.

Sin embargo, a los pocos meses el Consistorio autorizó que los restaurantes volvieran a poner las terrazas en el enchinado que tanto había costado restaurar. La reacción no se hizo esperar y, en la primavera de 2017, tanto ACOPROCAMAR como el colectivo La Plaza es Nuestra presentaron alegaciones a esas autorizaciones señalando que no cumplían con la normativa municipal.

Las mesas casi tocan esta fuente mandada construir por el capitán Tomás Domínguez de Calatrava a finales del siglo XVII.

Desde la Asociación de Vecinos del Casco Antiguo remarcaron en ese entonces que, en el PGOU del 86 que aún está vigente, la plaza no estaba catalogada como una vía pública al uso, “sino que computa como Sistemas Generales y al ser zona verde su uso es exclusivamente para el reposo y esparcimiento de los ciudadanos. Nosotros no queremos perjudicar a nadie, creemos que los negocios tienen derecho a trabajar, pero ordenadamente, y respetando los espacios públicos para los vecinos”.

Han pasado seis años y todo sigue igual: las sombrillas, mesas y sillas ocupan la mayor parte de la superficie de la Plaza de los Naranjos. Debería ser compatible el que los restaurantes de la Plaza puedan ganarse la vida y, a la vez, los vecinos y turistas puedan apreciar la belleza y monumentalidad de este espacio público sin tropezar con mesas ni sombrillas.

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