Presten atención, esto no es un cuento de un pastorcillo mentiroso ni tiene moraleja, es solo una recopilación de datos fragmentados pero enriquecedores sobre la presencia del lobo en nuestras tierras que fue numerosa y problemática con persecución casi obsesiva en ciertos periodos.
Su desaparición fue paulatina. Avanzado el XIX se esfuman las noticias y durante el primer tercio del XX todo indica que ya se habían extinguido. Cuenta Antonio Figueredo que en 1910 se constata esta desaparición aunque hubo algún avistamiento aislado. Lo cierto es que es probable que permanecieran jaurías cada vez más aisladas hasta bien entrados los años 30 en retroceso en las zonas más inaccesibles.
De esta guerra abierta entre el hombre y el lobo solo disponemos de noticias de época cristiana, la más antigua de 1501, documento trabajado por Catalina Urbaneja, sobre el robo de ganados que sufrió el comendador Sancho de Sarabia por parte de los moros de Sierra Bermeja y Daidín,“…perdí muchos ganados de puercos que a cabsa de los dichos moros por me matar los porqueros fueron perdidos e comidos de lobos y alançados de los dichos moros”. Los lobos y los moriscos aparecen como enemigos comunes de los cristianos porque ocupaban el mismo espacio: el gran arco interior de la Tierra de Marbella, una sucesión de sierras jalonadas por pequeñas villas y alquerías.
La caza del lobo se presupuestaba anualmente en el caudal de propios e incluso, en 1552, su pago suscitó un pleito entre Benahavís, Daidín y Marbella sobre quien debía contribuir en la matanza de los cánidos en sus respectivos términos. En 1577, en las cuentas de propios de la ciudad, se señala el pago de 748 maravedís, una cifra considerable por cabeza de lobo. De hecho fueron cinco las piezas obtenidas. La caza de cada morisco rebelado cotizaba a 3740. El odio y el miedo al morisco era bastante similar al del lobo.
Era un problema constante para el ganado y para el paso de personas hacia el norte sobre todo en el camino de los Pescadores que unía Marbella con Ronda, artería vital para el acceso a gran parte de Andalucía y que, precisamente, cruzaba por donde había mayor concentración de manadas. Gracias a las cuentas de propios del siglo XVIII conocemos detalles muy interesantes porque algunas veces abundaban en comentarios. La caza era con trampas y también por envenenamiento pues incluso se financiaba su colocación: “58 reales que se pagaron a Julián y Francisco Galeas por su trabajo de haber puesto en distintos sitios carnazas para los lobos”.
Se acechaban las loberas una vez localizadas ya que es muy frecuente la entrega de lobeznos, “Cama de cachorros” en algún caso con la sorprendente cifra de 17 por un mismo cazador. Llama la atención que en una de las partidas se especifique la entrega de los cachorros vivos sin comprender los motivos pero en otra se precisa que se mataban de inmediato.
Para demostrar que la caza era cierta los lobos grandes se despellejaban y se traía la piel con la cabeza o solo la cabeza. En otras partidas se explica que previamente les habían cortado las orejas tanto a adultos como cachorros probablemente para un fin fetichista.
A finales del XVIII se amplía el presupuesto a alimañas con la inclusión de zorros y “otros animales dañinos”. En esta relación presupuestaria hay importantes altibajos con ausencia total de piezas durante varios años y su profusión en otros por lo que podemos imaginar un toma y daca constante que resurgía con nuevas camadas hasta que eran cazadas.
Un dato importante es el lugar donde caían lo que ayuda a conocer su extensión y densidad. Generalmente eran las zonas más recónditas y profundas de la sierra del Real, Nacimiento de Río Verde, Hoyo de Arboto, Cabezadas del Hoyo de Arboto y Cerro de Arboto, Puerto del Alisar-monte de Carnicerías. Estos datos indican por tanto una concentración importante al norte de Istán.
Es llamativa su presencia también en zonas más cercanas a núcleos de población sobre todo en las Chapas y en el entorno del río Guadaiza, producto posiblemente de etapas de expansión de las manadas o de épocas de sequía y disminución de la caza.
Los lobos volverán, su capacidad de regeneración junto a las medidas de protección como especie amenazada han propiciado su recuperación en zonas donde llevaban muchas décadas desaparecidos. Los lobos tienen memoria, como nosotros, ellos suelen volver a sus lugares vitales y nosotros guardaremos su memoria aunque sea en los documentos.
Francisco Moreno, Historiador y Doctor en Historia del Arte