Hace unos días un incendio arrasó unas tres hectáreas en Casares. Con el trágico precedente del desastre del incendio de Sierra Bermeja de hace unas semanas, el Infoca desplegó unos noventa efectivos y varios helicópteros que acotaron y controlaron el fuego en escasas horas. El origen de este incendio está en un buitre que chocó contra una torre de alta tensión y, al caer en el piso del bosque, provocó las llamas.
Es un caso más, el del buitre, de cómo el ser humano afecta a las rapaces y grandes aves que viven, o están de paso, por la Costa del Sol. La presión del urbanismo, de los obstáculos que ponemos a los animales, cada vez es mayor y puede ser un elemento negativo o positivo para las aves. En Sierra Blanca, en las montañas circundantes de la Costa del Sol y dentro de nuestros entornos urbanos habita una amplia representación de la fauna aérea mediterránea: águilas reales, perdiceras, culebreras, calzadas, halcones peregrinos, cernícalos, ratonero común, azor, gavilán, etc.
Para el ornitólogo Juan Carcuel todo depende de la adaptabilidad de la especie. Pone un par de ejemplos: las águilas perdiceras que viven en Sierra Blanca se han adaptado a la falta de perdices y conejos y son expertas cazadoras de palomas torcaces. Otro más: el búho real es un experto depredador que actualmente tiene querencia por las ratas de campo y no duda en entrar en zonas periurbanas para cazar. Hace un mes un soberbio ejemplar de esta rapaz quedó atrapado a unos diez metros de altura en la red de un campo de golf del municipio. Afortunadamente no sufrió heridas y se recuperó en el Centro de Recuperación de Especies Amenazadas (CREA) que hay en los Montes de Málaga.
Otro pariente del búho real, el carabo, es visitante frecuente de los parques de Marbella y es relativamente fácil escucharlo en las madrugadas marbellíes.
Los bomberos de Marbella Francisco Sánchez y Javier Cobos fueron los encargados de salvar tanto a esta soberbia rapaz como a un buitre desorientado que acabó atrapado en el hueco de escalera de un edificio en el Ángel hace unas semanas. “El búho se enganchó sin querer en la red seguramente mientras perseguía una presa. Tuvimos que usar la escala y desengancharle las garras. El buitre parecía confundido, le echamos una mata encima y nos lo llevamos. En ambos casos llamamos al Seprona, dimos parte y la Junta se hizo cargo”. Cobos recuerda además el caso de una lechuza que quedó atrapada en una verja de hierro por la anilla de la pata. También fue enviada al CREA.
El bombero Francisco Sánchez es natural de Ojén y recuerda que las rapaces siempre han estado presentes. “Hemos tenido casos de águilas de Harris, azores o halcones de dueños que practican la cetrería, se han escapado y han acabado enganchados en ramas por las cuerdas que usan los cetreros. Nos avisan, las rescatamos y por el número de anilla pueden devolverlos a sus dueños”, explica Sánchez que aclara que “en Ojén cuando era niño lo normal era tener una primilla, una cría de cernícalo, que criábamos desde pequeños. Eran otros tiempos”. Este bombero explica que es muy frecuente la presencia de cernícalos en el casco urbano, “lo tiene muy fácil, porque sólo tienen que meter la garra en una jaula con canarios y así de fácil se alimenta”.
Hace unos días el biólogo Jesús Duarte encontró tirado en medio de la carretera de Ojén, junto al polideportivo, un pollo de águila calzada. “Debía estar desnutrido y desorientado, cuando lo encontré estaba en shock y tuve que sacarlo de en medio de la carratera”, explica Duarte.
A pesar de este triste suceso, este biólogo da testimonio de cómo las rapaces se están adaptando con éxito al entorno humano. “En Marbella es frecuente ver cernícalos, de hecho alguno tiene su nido en el centro de la ciudad. También está documentada la presencia del halcón peregrino, que cría también en el casco urbano desde hace varios años. Si lo hiciera en el medio natural puede que sólo salieran adelante dos de las cuatro crías que suelen tener pero en Marbella están criando a los cuatro pollos. Aquí no tienen competencia y sí muchas presas a su alcance como tórtolas, palomas o cotorras”, asegura Duarte.
El peligro está en obstáculos como cristales, coches o postes y paneles de todo tipo. “Recuerdo en una ocasión que me llamaron porque un gavilán se había estrellado contra el cristal de una pista de pádel”, asegura Juan Caracuel. Más sonado fue lo ocurrido en el verano de 2018 cuando desde la página de Facebook Marbella se Queja dieron la voz de alarma ante las decenas de pájaros que se habían matado contra el cristal anti-ruidos de la urbanización Palo Alto situada en la carretera de Ojén. “Estaba situado en la cañada de paso de las aves hacia un zona donde hacían la aguada y por eso murieron tantos. Hubiera bastado con poner unos dibujos de enramados y se hubiera evitado la matanza que se produjo”, comenta Jesús Duarte.
Las torres de alta tensión son otro de los grandes peligros para las rapaces. Aunque existen maneras de aislar la electricidad en las torres no siempre se hace y es relativamente frecuente que ocurran electrocuciones. “El tendido de Moratán-Bornoque entre Istán y Monda representa un peligro para aves tan importantes como el águila real, el búho real o el águila calzada”, asegura Jesús Duarte. Estudios recientes estiman que en España más de 11.000 aves mueren electrocutadas por las torres de alta tensión.
QUEBRANTAHUESOS, LOS PRIMEROS EN DESAPARECER
Hace más de ciento cincuenta años, señoritos y científicos ingleses acudían a la Serranía de Ronda a conocer y estudiar el rico ecosistema malagueño. Algunos de ellos acudían expresamente a cazar trofeos dignos de ocupar un lugar privilegiado junto a la chimenea de su mansión. Uno de ellos, el naturalista Thomas Littleton Powys, Lord Lilford, documentó la presencia de quebrantahuesos en Sierra Palmitera. Ejemplares de este enorme carroñero fueron efectivamente cazados en nuestras montañas por británicos en la segunda mitad del siglo XIX. Sin embargo, la desaparición del quebrantahuesos en nuestras sierras vino motivada principalmente por los venenos que los serranos ponían para matar a los lobos.
Quebrantahuesos hemos tenido muy cerca de Marbella. La gran divulgadora y experta conocedora de Sierra Blanca Dolores Navarro recuerda que uno de los últimos pastores de Istán, Juan Galea, decía que los quebrantahuesos tenían sus nidos en Tajo Blanco, en los cortados de la cabecera del arroyo Calaña, desde cuyas alturas arrojaban los huesos de los animales contra el fondo rocoso del valle.
El quebrantahuesos desapareció, no supo adaptarse y no pudo soportar la presión del ser humano. Seguramente fue la primera especie de rapaz en extinguirse. Algunas rapaces de nuestras montañas seguramente seguirán similar destino, mientras que otras sabrán adaptarse y aprovechar las oportunidades que el ser humano les ofrece.