Esta ruta de alta montaña permite conocer algunos de los espacios naturales más espectaculares y destacados de Sierra Nevada. No es senderismo. Es montañismo. Transitar mayormente por encima de los tres metros no es algo apto para todo el mundo. Hay que ir preparado mentalmente, físicamente y equipado con el material adecuado y, sobre todo, acompañado por alguien que conozca bien Sierra Nevada.
Dicho esto hay que explicar que esta Travesía de tres días permite subir a varios de los tres miles más importantes de Sierra Nevada, como el Veleta y el Mulhacén, conocer varios de los refugios existentes en esta cordillera, Carihuela, Caldera y Villavientos y descubrir valles y rincones mágicos como el Vasar del Mulhacén, los Corrales del Veleta, el Veredón o el valle de Siete Lagunas.
Esta ruta ha sido guiada por un veterano de muchas lides como es Paco Moreno. Junto a él, he estado acompañado de Juan Luis Torrecilla, Esther Muñoz y Cristóbal Gómez, tres deportistas de élite y excelentísimos compañeros de batalla. El concepto de la travesía ha sido en autosuficiencia, lo que comporta llevar mochila grande, con comida para tres días, saco de dormir, funda vivac y ropa de abrigo para la noche.
De hecho, la noche antes, en Pradollano, Paco Moreno nos ayudó a rebajar el peso de nuestras mochilas, retirando numerosos “poyaques”, objetos y suministros redundantes o que no hacía falta cargar. El objetivo: reducir el peso de la mochila a menos de 10 kilos contando los tres litros de agua imprescindibles. En mi caso retiré un paraguas, un perfume, algo de comida que sobraba y un cortavientos que sustituí por otra prenda aislante.
REPORTAJE FOTOGRÁFICO
El inicio de esta ruta comienza en la Hoya de la Mora, a 2.510 metros de altura. En el aparcamiento junto al albergue universitario y los kioskos dejamos el coche y nos equipamos a primera hora de la mañana. Para quienes quieren ahorrar esfuerzos, existe una lanzadera del Servicio de Interpretación de Altas Cumbres de Sierra Nevada que nos aupará en unos minutos hasta las Posiciones del Veleta, a poco más de 3.000 metros de altura.
Nosotros optamos por subir, como no podía ser de otra manera, andando. Desde el mismo aparcamiento parte el sendero que, de forma decidida y siempre en ascenso, va atajando las curvas de la pista que remonta hacia el Veleta. En unos 10 minutos nos situamos en el monumento a la Virgen de las Nieves, donde podemos recuperar el resuello mientras nos hacemos unas fotos.
Continúa el ascenso sin tregua, siempre viendo a lo lejos el Pico Veleta. Este tramo nos hace ascender unos 800 metros de desnivel positivo en poco más de 5 kilómetros.
El último tramo hasta la cumbre del Veleta se hace duro.
En la cumbre del Veleta, donde nos juntamos unas cuarenta personas y hay que hacer turno para poder hacernos la foto de rigor junto al punto geodésico.
Toca descender. Junto a la caseta cerrada de la cumbre parte una vereda bien marcada que nos hará descender hasta el refugio de La Carihuela.
El refugio está en bastante buen estado teniendo en cuenta su fácil acceso y que se suele saturar con facilidad en verano.
Abandonamos el refugio por la pista que conduce hacia el Mulhacén. Son algo más de cinco kilómetros que, primero en descenso y luego llaneando, nos permite adentrarnos en el corazón de Sierra Nevada. Puede hacerse algo pesada pero las vistas que ofrece hacia los valles que vuelcan a la Alpujarra, viendo África más allá del Mediterráneo o, mirando al Norte, a los valles descomunales que vuelcan hacia la cuenca del Genil, son sencillamente épicas.
Atravesamos el valle del Veleta, posteriormente recorremos la cabecera del Río Seco con sus Raspones y Crestones. Por todos lados vemos el efecto de la sequia que padecemos: casi todas las lagunas están secas, apenas quedan unos borreguiles aquí y allá y absolutamente ningún nevero. Estas montañas no hacen justicia a su nombre este verano.
Dejamos atrás el atajo que conduce hacia la Caldera por Loma Pelá y rodeamos por la pista para echar un vistazo al refugio de Villavientos, el más discreto de esta sierra.
Iniciamos un descenso paulatino por la pista hasta llegar al refugio de la Caldera, que encontramos en muy buen estado. Al lado se encuentra la laguna de la Caldera que tiene muy poca agua y, en frente, vemos la amenazadora senda que sube hacia la cumbre del Mulhacén.
Hacemos una parada y, por consejo de nuestro guía Paco Moreno, decidimos acercarnos a la fuente del Viejo Lobo, un manantial que se mantiene todo el año en el corazón del Vasar del Mulhacén en la cara norte de esta montaña, para cargar agua potable antes de subir al Mulhacén. Esta fuente es la más alta de la España y se encuentra a una altura de 3.130 metros
El camino al Vasar coincide con la senda al Mulhacén durante unos cientos de metros. Nos encaramamos hasta el collado del Ciervo, donde una senda se desvía hacia la izquierda. Este estrecho sendero recorre toda la cara norte del Mulhacén ofreciendo una grandiosa panorámica del valle de Valdecasillas, de la laguna de la Mosca y del entorno de la Vereda de la Estrella, allá abajo.
El contrapunto a la belleza de este camino es su propia naturaleza: es estrecho, pasa por terreno algo descompuesto y no es para nada apto para gente con vértigo. Yo mismo recorrí unos cien metros del Vasar antes de volverme con las piernas temblando. Tengo vértigo. Quienes estén acostumbrados a estos terrenos no tendrán problema en recorrerlo, eso sí, poniendo los cinco sentidos y extremando la precaución.
Finalmente, Cristóbal y Juanlu cargan con todas las botellas y recorren el kilómetro aproximado de distancia hasta la fuente y vuelven con las botellas recargadas hasta el collado del Ciervo donde los esperamos. Unos máquinas todoterreno
Tras esta pausa comenzamos el tramo más duro de la jornada: el ascenso desde el Collado del Ciervo hasta la cumbre del Mulhacén. Unos 350 metros de desnivel positivo en apenas un kilómetro trescientos metros de distancia. La verdad es que la cuesta se las trae. Me pongo como objetivo ir de un hito a otro o de una piedra grande a otra de un color destacado. Pasitos de bebé. Dejamos pasar junto a nosotros a un ciclista que baja la bici de la mano tras subir al Mulhacén.
Poco a poco negociamos el ascenso y coronamos la cima más alta de la Península Ibérica entre abrazos y la música de We are the champions de The Queen.
Paseamos entre los vivacs y elegimos uno dentro de una de los habitáculos que existen junto a la cima. Podemos elegir porque, aparte de una pareja de maños que llegaron al atardecer, tenemos el Mulhacén para nosotros solos. Así que vaciamos las mochilas, estiramos un poco y disfrutamos de la tarde viendo las increíbles vistas que tenemos. Sobre las ocho de la tarde hacemos la cena (comida liofilizada en hornillo), nos abrigamos y nos apostamos para disfrutar del atardecer espectacular.
Nos vamos a dormir, el viento empieza a soplar con rachas de viento ocasionales de bastante intensidad. En mi caso apenas duermo, suele ser lo normal en el campo, a pesar de la protección del habitáculo el viento se cuela por todos lados, la sensación térmica se acerca a los 0 grados y paso algo de frío en mi saco de dormir.
Por fin amanece. Cuando salgo del saco la pareja de maños ya se están yendo. Tardamos un poco en organizarnos y son cerca de las nueve de la mañana cuando iniciamos la marcha.
Iniciamos el descenso del Mulhacén por la cara sur, en dirección al valle de 7 Lagunas. Inicialmente es un descenso cómodo, paulatino, por un sendero que se une con la pista que viene desde el Alto del Chorrillo. En una curva a derechas nos salimos por un sendero bien hitado que nos desvía hacia la izquierda a 7 Lagunas. Pronto el camino se empina, damos vistas a este espectacular valle, al cual llegamos tras habernos quitado unos 500 metros de desnivel.
Hacemos una parada para disfrutar de 7 Lagunas en Laguna Hondera, donde no hay nadie. Nos sentamos en una zona de vivac circular lejos de los borreguiles y el agua ya que hay que evitar afectar al frágil ecosistema de estas lagunas de montaña. Paco nos cuenta que tenemos suerte, que muchos días en verano se llena este entorno de tiendas de campaña con acampadas que duran varios días sin tener en cuenta el impacto que tienen en estas lagunas.
Es un entorno espectacular. A lo lejos vemos un grupo de vacas. Me acerco a las Chorreras Negras, por donde la laguna desagua hacia el valle de Trevélez. Veo unos montañeros que suben desde el valle.
Tras la pausa seguimos camino en dirección norte con el objetivo de coronar la Alcazaba desde el Colaero, un acceso a esta cumbre desde la parte alta del valle de 7 Lagunas. Cuando estamos rodeando Laguna Hondera llegan los montañeros que se tumban en el césped de los borreguiles mientras su perro se da un baño en la laguna. Ambas acciones totalmente prohibidas.
El sendero nos hace remontar las diferentes terrazas en las que se asientan las lagunas. Algunas están totalmente secas y en otras la lámina de agua es más bien escasa. La sequía ha pegado fuerte también en este espacio de Sierra Nevada. Aprovechamos para cargar agua, y potabilizarla, en uno de los manantiales que surten creo que la Laguna del Borreguil.
Vamos dejando atrás las lagunas y nos metemos en un caos de rocas y terreno complicado buscando la entrada al Colaero, una vereda que nos permitirá salir del valle y conectar con la loma de la Alcazaba para coronar su cima. Sin embargo, en la montaña los planes cambian y se deben adaptar a los errores que cometemos: me pongo en cabeza siguiendo una serie de hitos que nos introducen en la parte más áspera de este valle, trepando y destrepando, dejando atrás la seca Laguna Altera. Llega un momento en que Paco Moreno pone orden y ordena el repliegue, estamos medio perdidos y en terreno complicado y es mejor volver sobre nuestros pasos.
Nos reagrupamos y decidimos volver a la Laguna Hondera y sopesar continuar por la senda que lleva al Yunque y al barranco del Goterón, donde teníamos pensado pasar la noche. El problema es que si dormimos en el Goterón, el día siguiente tendríamos unos 25 km de camino hasta la Hoya de la Mora donde tenemos el coche. Al final decidimos cambiar el plan y desandar parte del camino para pernoctar en el refugio de Villavientos junto al carril por el que pasamos el primer día.
Tras un almuerzo ligero en Laguna Hondera toca coger el empinado sendero que nos sube a la cresta por la que bajamos hace unas horas hasta este precioso valle. Nos pone los pulmones a prueba. En un cruce bien marcado con un hito gigante enfilamos una senda en dirección Oeste que nos hace descender a un valle que debemos cruzar para remontar por el otro extremo. Entramos en otro valle donde el proceso es el mismo: descender a su fondo para volver a remontarlo.
La senda se une finalmente sobre la cota de los 3.000 metros con el carril que desde el Alto del Chorrillo conduce al Mulhacén. Tras recorrerla unos cientos de metros damos vistas la barranco del Poqueira y vemos abajo el carril que conduce a la Caldera. Atajamos a la altura de un pluviómetro y, una vez en el carril, tiramos para la derecha en dirección a la Caldera. En ascenso moderado y continuo hacemos los algo más de 3 kilómetros de camino hasta el refugio de la Caldera.
Queda un kilómetro y medio hasta el refugio de Villavientos que hacemos ya bastante cansados y con la confianza de que esté vacio ya que es bastante pequeño. Tenemos suerte, está entero para nosotros y en un razonable estado de conservación (sobre todo tras un buen barrido con una escoba).
Aquí, Juanlu y Cristóbal se ofrecen a acercarse de nuevo al Vasar del Mulhacén a hacer acopio de agua para todos en la fuente del Viejo Lobo. Unos máquinas. Paco, Esther y yo quedamos en el refugio esperándoles eternamente agradecidos porque se van a dar una paliza de dos horas para garantizarnos el agua hasta que volvamos al coche al día siguiente. Top.
Cuando vuelven hacemos una buena cena al atardecer y disfrutamos de cómo el sol se va tras el Veleta desde el refugio, que tiene unas espectaculares vistas del Barranco del Poqueira y de la áspera cuenca del Río Seco. El viento arrecia y nos metemos en el saco para hacer una sesión de mindfullness que pilota Paco Moreno y que nos deja relajados y preparados para dormir.
La noche es toledana en mi caso (no se duerme en el campo). Sobre las siete de la mañana entran en el refugio una pareja de murcianos con unas mochilas de grandes dimensiones. Nos vamos despertando y alucinando con todo lo que van sacando los murcianos de sus mochilas: botellas de vino, latas de conservas de todo tipo y tamaño, etc. Llevan medio supermercado en la mochila.
Tras desayunar iniciamos el regreso por la pista en dirección al Veleta recorriendo la cabecera del Río Seco y la del río Veleta. Cuando llegamos a la base del pico Los Machos estamos atentos a coger una senda bien hitada que se desgaja a nuestra derecha e iniciamos una dura subida por un camino ahormado en su inicio. La subida es corta pero muy intensa durante unos 20 minutos hasta que se modera y ya vemos a unos metros el vértice geodésico de los Machos, donde hacemos una parada y disfrutamos de las espectaculares vistas al Veleta, a los Corrales del Veleta, al Mulhacén y a gran parte de Sierra Nevada.
Volvemos sobre nuestros pasos y cogemos una senda bien marcada que en dirección Oeste nos hace descender vertiginosamente hasta la base del glaciar del Veleta. Estamos en los Corrales, un espacio sobrecogedor bajo la base del Veleta de una belleza única.
Recorremos esta cuenca en dirección norte para conectar con el Veredón: un espectacular sendero pegado a los Tajos del Veleta que nos sacará en ascenso de este increíble circo glacial y nos situará muy cerca de las Posiciones, ya en el carril de descenso a la Hoya de la Mora.
La subida por el Veredón es corta e intensa y no tiene peligro alguno ya que es lo suficientemente ancha como para que se transite sin problema. Eso sí, siempre con los cinco sentidos alerta.
Poco antes de las Posiciones enlazamos con el sendero que ataja las curvas del carril que sube al Veleta e iniciamos el descenso interminable de 800 metros de desnivel hasta el aparcamiento de la Hoya de la Mora. En uno de los chiringuitos de este lugar tomamos unas cervezas y unos bocadillos para celebrar la increíble experiencia de haber recorrido algunos de los rincones y montañas más espectaculares de Sierra Nevada. Un lujazo haberlo hecho de la mano de Paco Moreno y de Esther, Juanlu y Cristóbal.
El balance de esta travesía de tres días no puede ser más positivo. Han sido tres jornadas duras, cargados con mochilas grandes y subiendo cuestas como la del Veleta (por la directa), la final del Mulhacén o la de Los Machos, todas ellas muy exigentes. Un esfuerzo que requiere una preparación mínima y que se ve recompensado con la visión de cumbres increíbles y de valles bestiales como los del Guarnón, Valdecasillas, Poqueira, Siete Lagunas o Río Seco que quitan el aliento. Gracias de nuevo Paco.